Hecha la Ley, hecha la Trampa (Hecha la InJusticia)

Hecha la ley, hecha la trampa (Hecha la InJusticia)

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“El capitalismo te roba y te hace esclavo del salario. La ley mantiene y protege ese crimen. El gobierno te engaña haciéndote creer que eres independiente y libre. De ese modo eres embaucado y burlado todos los días de toda tu vida”

La libertad que te dan en el papel, que está escrita en los libros de leyes y en las constituciones, no te proporciona bienestar alguno. Una libertad así significa tan sólo que tienes el derecho de hacer una cosa determinada. 
Pero no significa que puedes hacerla. Para ser capaz de hacer algo, tienes que tener la oportunidad, la ocasión. Tienes el derecho de comer tres estupendas comidas al día, pero si no tienes los medios, la oportunidad para conseguir esas comidas, entonces ¿a qué viene ese tu derecho?
De este modo, la libertad significa realmente la oportunidad de satisfacer tus necesidades y deseos. Si tu libertad no te proporciona esa oportunidad, entonces no te sirve de nada. La libertad real significa oportunidad y bienestar. 
Si no significa eso, no significa nada.

Escrito por el Anarquista Alexander Berkman

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«El gobierno hace la ley. Así que éste ha de poseer una fuerza material (ejército y policía) para imponer la ley, ya que, de no ser así, solo obedecería quién quisiera, y eso no sería ley, sino más bien una simple propuesta que cada uno sería libre de respetar o rechazar. Y esta fuerza los gobiernos la tienen, y se sirven de ella para poder fortalecer su dominio con sus leyes y servir a los intereses de las clases privilegiadas, oprimiendo y explotando a los trabajadores. El límite de la opresión del gobierno es la fuerza que el pueblo pueda oponer. Puede existir un conflicto abierto o latente, pero conflicto lo hay siempre, visto que el gobierno no se detiene ante el descontento y la resistencia popular más que cuando huele el peligro de la insurrección.»

Escrito por el Anarquista Malatesta

¿La justicia?

No, amigo mío, aunque es terrible admitirlo, no hay justicia en el mundo. Peor aún: no puede haber justicia alguna, mientras que vivamos bajo las condiciones que hacen posible que una persona se aproveche de la necesidad de otra, que la convierta en ventaja para él, y que explote a su prójimo.

No puede haber justicia mientras que un hombre sea gobernado por otro, mientras que uno tenga autoridad y poder para obligar a otro contra su voluntad. No puede haber justicia entre amo y siervo. Ni tampoco igualdad.

La justicia y la igualdad sólo pueden existir entre iguales. ¿Es el pobre barrendero socialmente igual que Morgan? ¿Es la limpiadora igual que Lady Astor? Haz que la limpiadora y Lady Astor entren en cualquier lugar, público o privado. ¿Recibirían una bienvenida y un tratamiento igual? El mero atavío de ellas determinará su respectiva recepción. Puesto que incluso sus vestidos indican, en las presentes circunstancias, la diferencia en su posición social, su situación en la vida, su influencia y su riqueza.

Puede ser que la limpiadora haya trabajado con fatiga y duramente toda su vida, puede ser que haya sido un miembro de los más laboriosos y útiles de la comunidad. Puede ser que la Lady nunca haya dado un golpe en cuanto a trabajo, puede ser que nunca haya sido útil en lo más mínimo a la sociedad. A pesar de todo, será bien recibida la señora rica y ella será preferida. 
He recogido este ejemplo casero porque es típico de todo el carácter de nuestra sociedad, típico de toda nuestra civilización.

Sólo el dinero, y el influjo y la autoridad que impone el dinero, es lo que cuenta en el mundo.

No la justicia, sino la posesión. Amplía este ejemplo para que cubra tu propia vida y encontrarás que la justicia y la igualdad sólo son habladuría barata, mentiras que te enseñan, mientras que el dinero y el poder son las cosas verdaderas, las realidades.



Sin embargo, existe un sentido de justicia profundamente asentado en la humanidad, y tu mejor naturaleza se resiente siempre que ves que se comete injusticia con alguien. Te sientes ultrajado y te indignas de ello; porque todos nosotros tenemos una simpatía instintiva hacia nuestros prójimos, pues por naturaleza y por costumbre somos seres sociales. Pero cuando están implicados tus intereses o tu seguridad, tú actúas de un modo diferente; incluso sientes de un modo diferente.

Supón que ves que tu hermano hace daño a un extraño. Le llamarás la atención por esto, le reprocharás esto.

Cuando ves a tu patrón cometer una injusticia con algún compañero obrero, también te resientes y sientes el deseo de protestar. Pero lo más probable es que te contengas de expresar tus sentimientos, porque podrías perder tu puesto o quedar en malas relaciones con tu patrón.

Tus intereses suprimen el mejor impulso de tu naturaleza. Tu dependencia con respecto al patrón y a su poder económico sobre ti influyen en tu conducta.

Escrito por el Anarquista Alexander Berkman

Ley y gobierno

https://www.youtube.com/watch?v=4CZs1R2C69M&list=PLygqavJysUHI8kR7iOCLoY5p-znRLFH-C&index=5

Sí, tienes razón: la ley prohíbe el robo.

Si yo te robara algo, podrías llamar a un policía y me arrestarían. La ley castigará al ladrón y el gobierno te devolverá la propiedad robada, si esto es posible, porque la ley prohíbe robar. Esto significa que nadie tiene el derecho a coger algo de ti sin tu consentimiento.

Pero tu empresario coge de ti lo que tú produces. Toda la riqueza producida por el trabajo la cogen los capitalistas y la guardan como su propiedad.

La ley dice que tu empresario no roba nada de ti, porque lo hace con tu consentimiento. Tú has estado de acuerdo en trabajar para tu patrón a cambio de una determinada paga, y él ha estado de acuerdo en quedarse con todo lo que tú produces. Puesto que tú estuviste de acuerdo con esto, la ley dice que él no te roba nada.

¿Pero estuviste tú realmente de acuerdo?

Cuando el salteador de caminos apunto con su escopeta a tu cabeza, tú le entregas tus cosas de valor. De acuerdo en que tú «consientes», pero lo haces porque no puedes actuar de otro modo, porque te obliga su escopeta.

¿No estás obligado a trabajar para un empresario? Tu necesidad te obliga, exactamente igual que la escopeta del salteador de caminos. Tienes que vivir y lo mismo tienen que vivir tu mujer y tus hijos. No puedes trabajar para ti mismo; en el sistema industrial capitalista tienes que trabajar para un empresario. Las fábricas, las maquinarias y las herramientas pertenecen a la clase empresarial, de modo que tú debes alquilarte a ti mismo a esa clase para trabajar y vivir. Sea cual fuere tu trabajo, sea quien fuere tu empresario, siempre se llega a lo mismo: tienes que trabajar para él. No puedes impedirlo. Estás obligado.

De esta forma la totalidad de la clase trabajadora está compelida a trabajar para la clase capitalista. De este modo los trabajadores se ven forzados a entregar toda la riqueza que producen. Los empresarios guardan esa riqueza como su ganancia, mientras que el trabajador consigue tan sólo un salario, lo justo y suficiente como para seguir viviendo, de modo que pueda seguir produciendo más riqueza para su empresario. ¿No es eso una estafa, un robo?

La ley dice que es un «libre acuerdo». Del mismo modo podría el salteador de caminos decir que tú «acordaste» entregarle tus cosas valiosas. La única diferencia consiste en que la manera de actuar del salteador de caminos se denomina robo y atraco, y está prohibida por la ley, mientras que la manera de actuar capitalista se denomina negocio, industria, realización de ganancias y está protegida por la ley.

Pero ya sea al modo del salteador de caminos o al modo capitalista, tú saber que te han robado.

La totalidad del sistema capitalista descansa en un robo así.

La totalidad del sistema de leyes y gobiernos sostiene y justifica este robo.

Ese es el orden de cosas denominado capitalismo, y la ley y el gobierno existen para proteger ese orden de cosas.

¿Te asombras que el capitalista y el empresario, y todos los que se aprovechan de este orden de cosas estén fuertemente a favor de la «ley y el orden»?

¿Pero dónde entras tú? ¿Qué beneficio tienes tú de esa especie de «ley y orden»? ¿No ves que esta «ley y orden» tan sólo te despoja, te engaña, y precisamente te esclaviza?

«¿Me esclaviza?», me dices con extrañeza. «¡Pero si soy ciudadano libre!»

¿Eres realmente libre? ¿Libre para hacer qué? ¿Para vivir como te parezca? ¿Haces lo que te agrada?

Veamos. ¿Cómo vives? ¿A qué equivale tu libertad?

dependes de tu empresario para tus salarios o tu sueldo, ¿no es así? Y tus salarios determinan tu modo de vida, ¿no es así? Las condiciones de tu vida, incluso lo que tú comes y bebes, a dónde vas y con quien te asocias, todo esto depende de tus salarios.

No, no eres un hombre libre. Depende de tu empresario y de tus salarios. Eres realmente un esclavo asalariado.

La totalidad de la clase trabajadora, bajo el sistema capitalista, depende de la clase capitalista. Los trabajadores son esclavos asalariados.

Por tanto, ¿en qué se convierte tu libertad? ¿Qué puedes hacer con ella? ¿Puedes hacer con ella más de lo que te permiten tus salarios?

¿Puedes ver que ni salario, tu sueldo o tus ingresos, es toda la libertad que tienes? ¿Tu libertad no llega un solo paso más allá de lo que llegan tus salarios?

La libertad que te dan en el papel, que está escrita en los libros de leyes y en las constituciones, no te proporciona bienestar alguno. Una libertad así significa tan sólo que tienes el derecho de hacer una cosa determinada. Pero no significa que puedes hacerla. Para ser capaz de hacer algo, tienes que tener la oportunidad, la ocasión. Tienes el derecho de comer tres estupendas comidas al día, pero si no tienes los medios, la oportunidad para conseguir esas comidas, entonces ¿a qué viene ese tu derecho?

De este modo, la libertad significa realmente la oportunidad de satisfacer tus necesidades y deseos. Si tu libertad no te proporciona esa oportunidad, entonces no te sirve de nada. La libertad real significa oportunidad y bienestar. Si no significa eso, no significa nada.

Ves, entonces, que toda la situación se reduce a esto:

El capitalismo te roba y te convierte en un esclavo asalariado.

La ley sostiene y protege ese robo.

El gobierno te engaña haciéndote creer que eres independiente y libre.

De este modo te engañan y te timan cada día de tu vida.

¿Pero por qué ocurre que tú no pensaste en esto antes? ¿Cómo es que la mayoría de los otros tampoco lo ve?

Porque a ti y a todos los demás os mienten constantemente a este respecto, desde vuestra temprana infancia.

Te dicen que tienes que ser honrado, mientras que te roban durante toda la vida.

Te ordenan que respetes la ley, mientras que la ley protege al capitalista que te está robando.

Te enseñan que es malo matar, mientras que el gobierno ahorca y electrocuta a la gente y hace con ellos matanzas en la guerra.

Te dicen que obedezcas la ley y al gobierno, aunque la ley y el gobierno apoyan el robo y el asesinato.

Así, durante toda tu vida te mienten, te engañan y te defraudan, de modo que sea más fácil sacar ganancias de ti, explotarte.

Porque no es sólo el empresario y el capitalista los que sacan ganancias de ti. El gobierno, la Iglesia y la escuela, todos ellos viven de tu trabajo. Tú los sostienes a todos. Esa es la razón por la que todos ellos te enseñan que tienes que estar contento con tu suerte y comportarte bien.

«¿Es realmente verdad que yo los sostengo a todos?», preguntas desconcertado.

Veamos. Ellos comen y beben y se visten, sin hablar de lujos que disfrutan. ¿Hacen ellos las cosas que usan y consumen? ¿Plantan ellos y siembran y construyen y todo lo demás?

«Pero ellos pagan por esas cosas», objeta tu amigo. Sí, ellos pagan. Supón que un tipo te roba cincuenta dólares y entonces va y compra con ellos un traje. ¿Es ese traje según el derecho suyo? ¿No pagó por él? Bien, de ese mismo modo la gente que no produce nada o que no realiza un trabajo útil paga por las cosas. Su dinero es la ganancia que ellos o sus padres antes que ellos exprimieron de ti, de los trabajadores.

«¿Entonces no es mi patrón el que me sostiene, sino que yo le sostengo a él?»

Por supuesto. El te da un empleo; es decir, te da el permiso para trabajar en la fábrica o industria que no construyó él sino otros trabajadores como tú. Y por ese permiso tú contribuyes a sostenerle durante el resto de tu vida o mientras que trabajes para él. Lo sostienes tan generosamente que él se puede permitir una mansión en la ciudad y una cada en el campo, incluso varias, y criados para atender sus deseos y los de su familia y para el entretenimiento de sus amigos, y para carreras de caballos y carreras de botes, y para centenares de cosas. Pero no es sólo con él con quien eres tan generoso. Con tu trabajo, mediante el impuesto directo e indirecto, se sostienen el gobierno entero, local, estatal y nacional, las escuelas y las iglesias, y todas las otras instituciones cuyo asunto consiste en proteger las ganancias y mantenerte engañado. Tú y tus compañeros trabajadores, el trabajo como un todo, sostenéis a todos ellos. ¿Te extrañas de que todos ellos te digan que todo está en orden y que tienes que ser bueno y permanecer tranquilo?

Es bueno para ellos que tú te mantengas tranquilo, porque ellos no podrían seguir engañando y robando, una vez que tú abras tus ojos y veas lo que te está ocurriendo.

Por eso todos ellos apoyan decididamente el sistema capitalista, están por «la ley y el orden».

Pero, ¿es bueno ese sistema para ti? ¿Piensas que es correcto y justo?

Si no lo crees así, ¿por qué lo aguantas? ¿Por qué lo sostienes?

«¿Qué puedo hacer?», dices. «Estoy solo».

¿Realmente estás solo? ¿No eres más bien uno de los muchos miles, de millones, que son explotados todos y que están esclavizados lo mismo que tú lo estás? Sólo que ellos no lo saben. Si lo supieran, no lo apoyarían. Esto es cierto. Por eso la cuestión es hacérselo comprender a ellos.

Cada trabajador en tu ciudad, cada uno que se fatiga trabajando en tu país, en cada país, en el mundo entero, está explotado y esclavizado lo mismo que lo estás tú.

Y no sólo los obreros. Los campesinos son engañados y robados de la misma manera.

Exactamente igual que los obreros, el campesino depende de la clase capitalista. Trabaja durante toda su vida, pero la mayor parte de su trabajo pasa a los trusts y a los monopolios de la tierra, que según el derecho no es más de ellos que lo es la luna.

El campesino produce el alimento del mundo. Nos alimenta a todos nosotros. Pero antes de que pueda hacer llegar sus bienes a nosotros, le hacen pagar el tributo a la clase que vive del trabajo de los demás, a la clase que saca ganancias, a la clase capitalista. Al campesino le quitan la mayor parte de su producto, lo mismo que al obrero. Se lo quita el dueño de la tierra y el que tiene su hipoteca; se lo quita el trusts del acero y el ferrocarril. El banquero, el comisionista, el detallista y una legión de otros intermediarios exprimen sus ganancias del campesino, antes que a éste se le permita llevar su alimento hasta ti.

La ley y el gobierno permiten y favorecen este robo decretando que:

– La tierra que nadie ha creado, pertenece al terrateniente;

– Los ferrocarriles, que han construido los obreros, pertenecen a los magnates de los ferrocarriles;

– Los almacenes, silos y depósitos, erigidos por los obreros, pertenecen a los capitalistas;

– Todos esos monopolistas y capitalistas tienen derecho a obtener ganancias del campesino por usar los ferrocarriles y otros servicios antes de que pueda hacer llegar su alimento hasta ti.

Puedes ver entonces cómo roba al campesino el gran capital y los hombres de negocios, y cómo la ley ayuda a ese robo, exactamente igual que en el robo del obrero.

Pero no es sólo el obrero y el campesino los que son explotados y forzados a entregar la mayor parte de su producto a los capitalistas, a los que han monopolizado la tierra, los ferrocarriles, las fábricas, la maquinaria y todos los recursos naturales. El país entero, el mundo entero es obligado a pagar tributo a los reyes de las finanzas y de la industria.

El pequeño hombre de negocios depende del vendedor al por mayor; el vendedor al por mayor del industrial; el industrial de los magnates de la industria, y todos ellos dependen de los señores del dinero y de los bancos para su crédito. Los grandes banqueros y financieros pueden eliminar a cualquiera de los negocios simplemente retirándoles su crédito. Hacen esto siempre que desean excluir a alguien del negocio. El hombre de negocios está enteramente a merced de ellos. Si no desarrolla el juego que ellos desean, que convenga a sus intereses, entonces simplemente lo echan del juego.

De este modo, toda la humanidad depende de y está esclavizada por un puñado de hombres que han monopolizado casi la riqueza entera del mundo, pero que ellos mismos nunca han creado nada.

«Pero esos hombres trabajan duro», dices.

Bien, algunos de ellos no trabajan de ninguna manera. Algunos son precisamente zánganos, cuyos negocios los dirigen otros. Algunos de ellos trabajan. ¿Pero qué clase de trabajo realizan? ¿Producen algo, como hace el obrero y el campesino? No, no producen nada, aunque puedan trabajar. Trabajan para desposeer al pueblo, para sacar ganancias de él. ¿Te beneficia su trabajo? También el salteador de caminos trabaja duro y también corre grandes riesgos. Su «trabajo», como el del capitalista proporciona empleo a los abogados, los carceleros y a una muchedumbre de otros secuaces, a todos los cuales sostiene tu trabajo.

Parece ciertamente ridículo que todo el mundo tenga que estar esclavizado para el beneficio de un puñado de monopolistas y que todos tengan que depender de ellos para su derecho y oportunidad de vivir. Pero la realidad es precisamente esa. Y todavía es más ridículo cuando consideras que los obreros y los campesinos, que solamente ellos crean toda la riqueza, tienen que ser los más dependientes y los más pobres de todas las otras clases en la sociedad.

Realmente es monstruoso, y es muy triste. Seguramente tu sentido común tiene que decirte que una situación así está muy cerca de la locura. Si las grandes masas del pueblo, los millones de todo el mundo, pudieran ver cómo son engañados, explotados y esclavizados, tal como lo ves ahora, ¿seguirán apoyando que esto marchara así? ¡Con seguridad que no lo harían!

Los capitalistas saben que no lo harían. Por eso necesitan al gobierno para que legalice sus métodos de robo, para proteger el sistema capitalista.

Y así es como el gobierno necesita leyes, policía y soldados, tribunales y prisiones, para proteger el capitalismo.

Pero, ¿quiénes son la policía y los soldados que protegen a los capitalistas contra ti, contra el pueblo?

Si ellos mismos fueran capitalistas, entonces sería razonable que ellos desearan proteger la riqueza que han robado, y que intentaran conservar, incluso por la fuerza, el sistema que les da el privilegio de robar al pueblo.

Pero la policía y los soldados, los defensores de «la ley y el orden», no son de la clase capitalista. Son hombres de las filas del pueblo, pobres hombres que por una paga protegen el sistema mismo que los mantiene pobres. Es increíble, ¿verdad? Sin embargo, es verdad. La cosa se reduce a esto: algunos de los esclavos protegen a sus amos manteniendo a ellos y al resto del pueblo en la esclavitud. Del mismo modo, Gran Bretaña, por ejemplo, mantiene a los hindúes en la India sometidos mediante una policía de nativos, de los mismos hindúes. O lo mismo que hace Bélgica con los negros en el Congo. O lo mismo que hace cualquier gobierno con un pueblo subyugado.

Es el mismo sistema. Esto es lo que supone:

El capitalismo roba y explota a todo el pueblo; las leyes legalizan y defienden este robo capitalista; el gobierno usa una parte del pueblo para ayudar y proteger a los capitalistas en su robo a todo el pueblo.

Todo el asunto se mantiene educando al pueblo a creer que el capitalismo es correcto, que la ley es justa y que el gobierno debe ser obedecido.

¿Descubres ahora este juego?

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En un sociedad Anarquista seria sin gobierno, en que se obtiene la armonía, no por sometimiento a ley, ni obediencia a autoridad, sino por acuerdos libres establecidos entre los diversos grupos, territoriales y profesionales, libremente constituidos para la producción y el consumo, y para la satisfacción de la infinita variedad de necesidades y aspiraciones de un ser civilizado.

4 VII Congreso de la CNT AIT 1936 ORGANIZACIÓN DE LA NUEVA SOCIEDAD DESPUÉS DEL HECHO REVOLUCIONARIO.- LAS PRIMERAS MEDIDAS DE LA REVOLUCIÓN

La Anarquía

Todas las formas de trabajo y distribución que se dirijan hacia la concepción de una sociedad igualitaria conducirán a la

realización de la justicia y de la armonía social.
Enconsecuencia, creemos que la revolución debe cimentarse sobre los principios sociales y éticos
del comunismo libertario. que son:

1º Dar a cada ser humano lo que exijan sus necesidades, sin que en la satisfacción de las mismas
tenga otras limitaciones que las impuestas por las posibilidades de la economía.
2º Solicitar de cada ser humano la aportación máxima de sus esfuerzos a tenor de las necesidades de la sociedad, teniendo en cuenta las condiciones físicas y morales de cada individuo.
ORGANIZACIÓN DE LA NUEVA SOCIEDAD DESPUÉS DEL HECHO
REVOLUCIONARIO.- LAS PRIMERAS MEDIDAS DE LA REVOLUCIÓN

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Terminado el aspecto violento de la revolución, se declaran abolidos: la propiedad privada, el
Estado, el principio de autoridad y, por consiguiente, las clases que dividen a los hombres en
explotadores y explotados, oprimidos y opresores.
Socializada la riqueza, las organizaciones de los productores, ya libres, se encargarán de la
administración directa de la producción y del consumo.
Establecida en cada localidad la Comuna Libertaria, pondremos en marcha el nuevo mecanismo
social. Los productores de cada ramo u oficio, reunidos en sus Sindicatos y en los lugares de
trabajo, determinarán libremente la forma en que éste ha de ser organizado.
La Comuna Libre se incautará de cuanto antes detentaba la burguesía, tal como víveres, ropas,
colados, materias primas, herramientas de trabajo, etc. Estos útiles de trabajo y materias primas
deberán pasar a poder de los productores para que éstos los administren directamente en beneficio de la colectividad.
En primer término las Comunas cuidarán de alojar con el máximo de comodidades a todos los
habitantes de cada localidad, asegurando asistencia a los enfermos y educación a los niños.
De acuerdo con el principio fundamental del comunismo libertario, como hemos dicho antes, todos los hombres se aprestarán a cumplir el deber voluntario – que se convertirá en verdadero derecho
cuando el hombre trabaje libre- de prestar su concurso a la colectividad, en relación con sus fuerzas y sus capacidades, y la Comuna cumplirá la obligación de cubrir sus necesidades.
Desde luego, es preciso crear ya, desde ahora, la idea de que los primeros tiempos de la revolución
no resultarán fáciles y de que será preciso que cada hombre aporte el máximo de esfuerzos y
consuma solamente lo que permitan las posibilidades de la producción.

Todo período constructivo
exige sacrificio y aceptación individual y colectiva y a no crear dificultades a la obra reconstructora
de la sociedad que de común acuerdo todos realizaremos.
PLAN DE ORGANIZACIÓN DE LOS PRODUCTORES

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El Plan económico de organización, en cuantas manifestaciones tenga la producción nacional, se
ajustará a los más estrictos principios de economía social, administrados directamente por los
productores a través de sus diversos órganos de producción, designados en asambleas generales de las variadas organizaciones y por ellas controlados en todo momento.
como base (en el lugar de trabajo, en el Sindicato, en la Comuna, en todos los órganos reguladores
de la nueva sociedad), el productor, el individuo como célula, como piedra angular de todas las creaciones sociales, económicas y morales.
Como órgano de relación dentro de la Comuna y en el lugar de trabajo, el Consejo de taller y de
fábrica, pactando con los demás centros de trabajo.
Como órgano de relación de Sindicato a Sindicato (asociación de productores), los Consejos de
Estadística y de Producción, que se seguirán federando entre sí hasta formar una red de relación
constante y estrecha entre todos los productores de la Confederación Ibérica.

En el campo: Como base, el productor en la Comuna, que usufructuaría todas las riquezas naturales de una demarcación política y geográfica.
Como órgano de relación, el Consejo de Cultivo, del que formarán parte elementos técnicos y trabajadores integrantes de las asociaciones de productores agrícolas, encargados de orientar la intensificación de la producción, señalando las tierras más apropiadas a la misma, según su
composición química.
Estos Consejos de Cultivo establecerán la misma red de relaciones que los Consejos de Taller, de Fábrica y de Producción y Estadística, complementando la libre federación que representa la
Comuna como demarcación política y subdivisión geográfica.
Tanto las Asociaciones de productores industriales como las Asociaciones de productores agrícolas
se federarán nacionalmente -mientras sea únicamente España el país que haya realizado su
transformación social- si, llevados a esa disyuntiva por el mismo proceso del trabajo a que se
eduquen, lo estiman conveniente para el más fructífero desarrollo de la Economía; e idénticamente
se federarán en el mismo sentido aquellos servicios cuya característica propenda a ello por facilitar
las relaciones lógicas y necesarias entre todas las Comunas Libertarias de la Península.
Estimamos que con el tiempo la nueva sociedad conseguirá dotar a cada Comuna de todos los
elementos agrícolas e industriales precisos a su autonomía, de acuerdo con el principio biológico
que afirma que es más libre el hombre -en este caso la Comuna- que menos necesita de los demás.
LAS COMUNAS LIBERTARIAS Y SU FUNCIONAMIENTO
La expresión política de nuestra revolución hemos de asentarla sobre esta trilogía: El individuo, la
Comuna y la Federación.
Dentro de un plan de actividades estructurado en todos los órdenes desde un punto de vista
peninsular, la administración será de manera absoluta de carácter comunal.
La base de esta administración será, por consiguiente, la Comuna. Estas Comunas serán autónomas
y estarán federadas regional y nacionalmente para la realización de los objetivos de carácter
general. El derecho de autonomía no excluirá el deber de cumplir los acuerdos de convivencia
colectiva, no compartidos por simples apreciaciones y que sean aceptadas en el fondo.
Así, pues, una Comuna de consumidores sin limitación voluntaria, se comprometerá a acatar
aquellas normas de carácter general que después de libre discusión hayan sido acordadas por
mayoría.
En cambio, aquellas Comunas que, refractarias a la industrialización, acuerden otras clases de
convivencia, como por ejemplo las naturistas y desnudistas, tendrán derecho a una administración
autónoma, desligada de los compromisos generales. Como estas Comunas naturistas-desnudistas, u
otra clase de Comunas, no podrán satisfacer todas sus necesidades, por limitadas que éstas sean, sus
delegados a los Congresos de la Confederación Ibérica de Comunas Autónomas Libertarias podrán
concertar convenios económicos con las demás Comunas Agrícolas e Industriales.
En conclusión proponemos:
– La creación de la Comuna como entidad política y administrativa.
– La Comuna será autónoma, y confederada al resto de las Comunas.
– Las Comunas se federarán comarcal y regionalmente, fijando a voluntad sus límites geográficos,
cuando sea conveniente unir en una sola Comuna pueblos pequeños, aldeas y lugares. El conjunto
de estas Comunas constituirá una Confederación Ibérica de Comunas Autónomas Libertarias.

Para la función distributiva de la producción, y para que puedan nutrirse mejor las Comunas,
podrán crearse aquellos órganos suplementarios encaminados a conseguirlo. Por ejemplo: un
Consejo Confederal de Producción y Distribución, con representaciones directas de las
Federaciones nacionales de Producción y del Congreso anual de Comunas.

MISIÓN Y FUNCIONAMIENTO INTERNO DE LA COMUNA
La Comuna deberá ocuparse de lo que interesa al individuo.
Deberá cuidar de todos los trabajos de ordenación, arreglo y embellecimiento de la población.
Del alojamiento de sus habitantes; de los artículos y productos puestos a su servicio por los
Sindicatos o Asociaciones de productores.
Se ocupará asimismo de la higiene, de la estadística comunal y de las necesidades colectivas. De la
enseñanza. De los establecimientos sanitarios y de la conservación y perfeccionamiento de los
medios locales de comunicación.
Organizará las relaciones con las demás Comunas, y cuidará de estimular todas las actividades
artísticas y culturales.
Para el buen cumplimiento de esta misión, se nombrará un Consejo Comunal, al cual serán
agregados representantes de los Consejos de Cultivo, de Sanidad, de Cultura, de Distribución y de
Producción y Estadística.
El procedimiento de elección de los Consejos Comunales se determinará con arreglo a un sistema
en el que establezcan las diferencias que aconsejen la densidad de población, teniendo en cuenta
que tardará en descentralizar políticamente las metrópolis, constituyendo con ellas Federaciones de
Comunas.
Todos estos cargos no tendrán ningún carácter ejecutivo ni burocrático. Aparte los que desempeñen
funciones técnicas o simplemente de estadística, los demás cumplirán asimismo su misión de
productores, reuniéndose en sesiones al terminar la jornada de trabajo para discutir las cuestiones de
detalle que no necesiten el refrendo de las asambleas comunales.
Se celebrarán asambleas tantas veces como lo necesiten los intereses de la Comuna, a petición de
los miembros del Consejo Comunal, o por la voluntad de los habitantes de cada una.
RELACIONES E INTERCAMBIO DE PRODUCTOS
Como ya hemos dicho, nuestra organización es de tipo federalista y asegura la libertad del individuo
dentro de la agrupación y de la Comuna, la de las Comunas dentro de las Federaciones, y la de éstas
en las Confederaciones.
Vamos, pues, del individuo a la colectividad, asegurando sus derechos para conservar intangible el
principio de libertad.
Los habitantes de una Comuna discutirán entre sí sus problemas internos: producción, consumo,
instrucción, higiene y cuanto sea necesario para el desenvolvimiento moral y económico de la
misma. Cuando se trate de problemas que afecten a toda una comarca o provincia, han de ser las
Federaciones quienes deliberen, y en las reuniones y asambleas que éstas celebren estarán
representadas todas las comunas, cuyos delegados aportarán los puntos de vista previamente
aprobados en ellas.

Por ejemplo, si han de construir carreteras, ligando entre sí los pueblos de una comarca o asuntos de
transporte e intercambio de productos entre las comarcas agrícolas e industriales, es natural que
todas las Comunas expongan su criterio, ya que también han de prestar su concurso.
En los asuntos de carácter regional, será la Federación Regional quien ponga en práctica los
acuerdos, y éstos representarán la voluntad soberana de todos los habitantes de la región. Pues
empezó en el individuo, pasó después a la Comuna, de ésta a la Federación y, por último, a la
Confederación.
De igual forma llegaremos a la discusión de todos los problemas de tipo nacional, ya que nuestros
organismos se irán complementando entre sí. La organización nacional regulará las relaciones de
carácter internacional, estando en contacto directo con el proletariado de los demás países, por
intermedio de sus respectivos organismos, ligados como el nuestro a la Asociación Internacional de
los Trabajadores.
Para el intercambio de productos de Comuna a Comuna, los Consejos Comunales se pondrán en
relación las Federaciones Regionales de Comunas y con el Consejo Confederal de Producción y
Distribución, reclamando lo que les haga falta y ofreciendo lo que les sobre.
Por medio de la red de relaciones establecidas entre las Comunas y los Consejos de Producción y
Estadística, constituidos por las Federaciones Nacionales de Productores, queda resuelto y
simplificado este problema.
En lo que se refiere al aspecto comunal del mismo, bastarán las cartas de productor, extendidas por
los Consejos de Taller y de Fábrica, dando derecho a que aquéllos puedan adquirir lo necesario para
cubrir todas sus necesidades. La carta de productor constituye el principio de un signo de cambio, el
cual quedará sujeto a estos dos elementos reguladores: Primero, que sea intransferible; segundo, que
se adopte un procedimiento mediante el cual en la carta se registre el valor del trabajo por unidades
de jornada y este valor tenga el máximo de un año de validez para la adquisición de productos.
A los elementos de la población pasiva serán los Consejos Comunales los que les facilitarán las
cartas de consumo.
Desde luego, no podemos sentar una norma absoluta. Debe respetarse la autonomía de las
Comunas, las cuales, si lo creen conveniente, podrán establecer otro sistema de intercambio interior,
siempre que estos nuevos sistemas no puedan lesionar, en ningún caso, los intereses de otras
Comunas.
DEBERES DEL INDIVIDUO PARA CON LA COLECTIVIDAD Y CONCEPTO DE LA
JUSTICIA DISTRIBUTIVA
El Comunismo Libertario es incompatible con todo régimen de corrección, hecho que implica la
desaparición del actual sistema de justicia correccional, y por lo tanto, los instrumentos de castigo
(cárceles, presidios, etc.)
Conceptúa esta Ponencia que el determinismo social es la causa principal de los llamados delitos en
el presente estado de cosas y, en consecuencia, desaparecidas las causas que originaban el delito, en
la generalidad de los casos éste dejará de existir.
Así pues, consideramos:
1º Que el hombre no es malo por naturaleza, y que la delincuencia es resultado lógico del estado de
injusticia social en que vivimos.
2º Que al cubrir sus necesidades, dándole también margen a una educación racional y humana,
aquellas causas han de desaparecer.

Por ello, entendemos que cuando el individuo falte al cumplimiento de sus deberes, tanto en el
orden moral como en sus funciones de productor, serán las asambleas populares quienes, con un
sentido armónico, den solución justa al caso.
El Comunismo Libertario sentará, pues, su «acción correccional» sobre la Medicina y la Pedagogía,
únicos preventivos a los cuales la ciencia moderna reconoce tal derecho. Cuando algún individuo,
víctima de fenómenos patológicos, atente contra la armonía que ha de regir entre los hombres, la
terapéutica pedagógica cuidará de curar su desequilibrio y estimular en él el sentido ético de
responsabilidad social que una herencia insana le negó naturalmente.
LA FAMILIA Y LAS RELACIONES SEXUALES
Conviene no olvidar que la familia fue el primer núcleo civilizador de la especie humana, que ha
llenado funciones admirabilísimas de cultura moral y solidaridad. Que ha subsistido dentro de la
propia evolución de la familia con el clan, la tribu, el pueblo y la nación, y que es de suponer que
aún durante mucho tiempo subsistirá.
La revolución no deberá operar violentamente sobre la familia, excepto en aquellos casos de
familias mal avenidas, en las que reconocerá y apoyará el derecho a la disgregación.
Como la primera medida de la revolución libertaria consiste en asegurar la independencia
económica de los seres, sin distinción de sexos, la interdependencia creada, por razones de
inferioridad económica, en el régimen capitalista, entre el hombre y la mujer, desaparecerá con él.
Se entiende, por lo tanto, que los dos sexos serán iguales, tanto en derechos como en deberes.
El Comunismo Libertario proclama el amor libre, sin más regulación que la voluntad del hombre y
de la mujer, garantizando a los hijos la salvaguardia de la colectividad y salvando a ésta de las
aberraciones humanas por la aplicación de los principios biológicos-eugénicos.
Asimismo, por medio de una buena educación sexual, empezada en la escuela, tenderá a la
selección de la especie, de acuerdo con las finalidades de la eugenesia, de manera que las parejas
humanas procreen conscientemente, pensando en producir hijos sanos y hermosos.
Sobre los problemas de índole moral que puede plantear el amor en la sociedad comunista libertaria,
como son los que hallen su origen en las contrariedades amorosas, la comunidad y la libertad no
tienen más que dos caminos para que las relaciones humanas y sexuales se desarrollen
normalmente. Para el que quisiera amor a la fuerza o bestialmente, si no bastara el consejo ni el
respeto al derecho individual, habría de recurrirse a la ausencia. Para muchas enfermedades se
recomienda el cambio de agua y de aire. Para la enfermedad del amor, que es enfermedad al
convertirse en tenacidad y ceguera, habrá de recomendarse el cambio de Comuna, sacando al
enfermo del medio que le ciega y enloquece, aunque no es presumible que estas exasperaciones se
produzcan en un ambiente de libertad sexual.
LA CUESTIÓN RELIGIOSA
La religión, manifestación puramente subjetiva del ser humano, será reconocida en cuanto
permanezca relegada al sagrario de la conciencia individual, pero en ningún caso podrá ser
considerada como forma de ostentación pública ni de coacción moral ni intelectual.
Los individuos serán libres para concebir cuantas ideas morales tengan por conveniente,
desapareciendo todos los ritos.
DE LA PEDAGOGÍA, DEL ARTE, DE LA CIENCIA, DE LA LIBRE EXPERIMENTACIÓN
El problema de la enseñanza habrá que abordarlo con procedimientos radicales. En primer lugar, el
analfabetismo deberá ser combatido enérgica y sistemáticamente. Se restituirá la cultura a los que

fueron desposeídos de ella, como un deber de reparadora justicia social que la revolución debe
acometer, considerando que, así como el capitalismo ha sido el acaparador y detentador de la
riqueza social, las ciudades han sido las acaparadoras y detentadoras de la cultura y de la
instrucción.
Restituir la riqueza material y la cultura son los objetivos básicos de nuestra revolución. ¿Cómo?
Expropiando al capitalismo en lo material, repartiendo la cultura a los carentes de ella en lo moral.
Nuestra labor pedagógica deberá dividirse, por lo tanto, en dos tiempos. Tenemos una obra
pedagógica a realizar inmediatamente después de la revolución social, y una obra general humana
dentro ya de la nueva sociedad creada. Lo inmediato será organizar entre la población analfabeta
una cultura elemental, consistente, por ejemplo, en enseñar a leer, a escribir, contabilidad,
fisicultura, higiene, proceso histórico de la evolución y de la revolución, teoría de la inexistencia de
Dios, etc. Esta obra pueden realizarla un gran número de jóvenes cultivados, los cuales la llevarán a
cabo, prestando con ello un servicio voluntario a la cultura, durante uno o dos años, debidamente
controlados y orientados por la Federación Nacional de la Enseñanza, la cual, inmediatamente
después de proclamarse el Comunismo Libertario, se hará cargo de todos los centros docentes,
aquilatando el valor del profesorado profesional y del voluntario. La Federación nacional de la
Enseñanza apartará de ésta a los que intelectual y sobre todo moralmente sean incapaces de
adaptarse a las exigencia de una pedagogía libre. Lo mismo para la elección del profesorado de
primera que de segunda enseñanza se atenderá únicamente a la capacidad demostrada en ejercicios
prácticos.
La enseñanza, como misión pedagógica dispuesta a educar a una Humanidad nueva, será libre,
científica e igual para los dos sexos, dotada de todos los elementos precisos para ejercitarse en no
importa qué ramo de la actividad productora y del saber humano. A la higiene y la puericultura se le
acordará un lugar preferente, educando a la mujer para ser madre desde la escuela.
Asimismo se dedicará principal atención a la educación sexual, base de la superación de la especie.
Estimamos como función primordial de la pedagogía la de ayudar a la formación de hombres con
criterio propio -y conste que al hablar de hombres lo hacemos en un sentido genérico-, para lo cual
será preciso que el maestro cultive todas las facultades del niño, con el fin de que éste logre el
desarrollo completo de todas sus posibilidades.
Dentro del sistema pedagógico que pondrá en práctica el Comunismo Libertario quedará
definitivamente excluido todo el sistema de sanciones y recompensas, ya que en estos dos
principios radica el fermento de todas las desigualdades.
El cine, la radio, las misiones pedagógicas -libros, dibujos, proyecciones- serán excelentes y
eficaces auxiliares para una rápida transformación intelectual y moral de las generaciones presentes
y para desarrollar la personalidad de los niños y adolescentes que nazcan y se desarrollen en
régimen comunista libertario.
Aparte el aspecto simplemente educativo, en los primeros años de la vida la sociedad comunista
libertaria asegurará a todos los hombres, a lo largo de su existencia, el acceso y el derecho a la
ciencia, al arte, a las investigaciones de todo orden compatible con las actividades productoras de lo
indispensable, cuyo ejercicio garantizará el equilibrio y la salud a la naturaleza humana.
Porque los productores, en la sociedad comunista libertaria, no se dividirán en manuales e
intelectuales, sino que todos serán manuales e intelectuales a la vez. Y el acceso a las artes y a las
ciencias será libre, porque el tiempo que se empleará en ellas pertenecerá al individuo y no a la
comunidad, de la cual se emancipará el primero, si así lo quiere, una vez haya concluido la jornada
de trabajo, la misión de productor.

Hay necesidades de orden espiritual, paralelas a las necesidades materiales, que se manifestarán con
más fuerza en una sociedad que satisfaga las primeras y que deje emancipado moralmente al
hombre.
Como la evolución es una línea continua, aunque algunas veces no sea recta, el individuo siempre
tendrán aspiraciones, ganas de gozar más, de superar a sus padres, de superar a sus semejantes, de
superarse a si mismo.
Todas estas ansias de superación, de creación -artística, científica, literaria-, de experimentación,
una sociedad basada en el libre examen y en la libertad de todas las manifestación de la vida
humana, no podrá ahogarlas bajo ninguna conveniencia de orden material ni general; no las hará
fracasar como ahora sucede, sino que, por el contrario, las alentará y las cultivará, pensando que no
sólo de pan vive el hombre y que desgraciada la Humanidad que sólo de pan viviera.
No es lógico suponer que los hombres, en nuestra nueva sociedad, carezcan del deseo de
esparcimiento. Al efecto, en las Comunas autónomas Libertarias se destinarán días al recreo
general, que señalarán las asambleas, eligiendo y destinando fechas simbólicas de la Historia y de la
Naturaleza. Asimismo se dedicarán horas diarias a las exposiciones teatrales, al cinema, a las
conferencias culturales, que proporcionarán alegría y diversión común.
DEFENSA DE LA REVOLUCIÓN
Admitimos la necesidad de la defensa de las conquistas realizadas por medio de la revolución,
porque suponemos que en España hay más posibilidades revolucionarias que en cualquiera de los
países que la circundan. Es de suponer que el capitalismo de éstos no se resigne a verse desposeído
de los intereses que en el curso del tiempo haya adquirido en España.
Por lo tanto, mientras la revolución social no haya triunfado internacionalmente, se adoptarán las
medidas necesarias para defender el nuevo régimen, ya sea contra el peligro de una invasión
extranjera capitalista, antes señalado, ya para evitar la contrarrevolución en el interior derl país. Un
ejército permanente constituye el mayor peligro para la revolución, pues bajo su influencia se
forjaría la dictadura que había de darle fatalmente el golpe de muerte.
En los momentos de lucha, cuando las fuerzas del Estado, en su totalidad, o en parte, se unan al
Pueblo, estas fuerzas organizadas prestarán su concurso en las calles para vencer a la burguesía.
Dominada ésta, habrá terminado su labor.
El Pueblo armado será la mayor garantía contra todo intento de restauración del régimen destruido
por esfuerzos del interior o del exterior. Existen millares de trabajadores que han desfilado por los
cuarteles y conocen la técnica militar moderna.
Que cada Comuna tenga sus armamentos y elementos de defensa, ya que hasta consolidar
definitivamente la revolución éstos no será destruidos para convertirlos en instrumentos de trabajo.
Recomendamos la necesidad de la conservación de aviones, tanques, camiones blindados,
ametralladoras y cañones antiaéreos, pues es en el aire donde reside el verdadero peligro de
invasión extranjera.
Si llega este momento, el Pueblo se movilizará rápidamente para hacer frente al enemigo, volviendo
los productores a los sitios de trabajo tan pronto hayan cumplido su misión defensiva. En esta
movilización general se comprenderá a todas las personas de ambos sexos aptas para la lucha y que
se aprestan a ella desempeñando las múltiples misiones precisas en el combate.
Los cuadros de defensa confederal, extendidos hasta los centros de producción, serán los auxiliares
más valiosos para consolidar las conquistas de la revolución y capacitar a los componentes de ellos
para las luchas que en defensa de la misma debamos sostener en grandes planos.

Por tanto declaramos:
1º El desarme del capitalismo implica la entrega de las armas a las Comunas, que quedarán
encargadas de su conservación y que cuidarán, en el plano nacional, de organizar eficazmente los
medios defensivos.
2º En el marco internacional, deberemos hacer intensa propaganda entre el proletariado de todos los
países para que éstos eleven su protesta enérgica, declarando movimientos de carácter solidario
frente a cualquier intento de invasión por parte de sus respectivos Gobiernos. Al mismo tiempo,
nuestra Confederación Ibérica de Comunas Autónomas Libertarias ayudará, moral y materialmente,
a todos los explotados del mundo, a libertarse para siempre de la monstruosa tutela del capitalismo
y del Estado.

 

 

El Sindicato

El sindicato

«Sí, el sindicato es nuestra única esperanza», convienes tú. «Nos hace fuertes».

Ciertamente, nunca se dijo una frase más verdadera: en la unión está la fuerza. Le ha costado al trabajo mucho tiempo constatar esto e incluso actualmente muchos proletarios no lo comprenden del todo.

Hubo una época en que los obreros no sabían nada sobre la organización. Luego, cuando comenzaron a agruparse para mejorar su condición, se aprobaron leyes contra eso y fueron prohibidas las asociaciones trabajadoras.

Los amos siempre se opusieron a la organización de sus empleados, y el gobierno les ayudó a impedir y a suprimir los sindicatos. No hace tanto tiempo que Inglaterra y otros países tenían leyes muy severas contra cualquier organización de los trabajadores. El intento por mejorar su situación mediante un esfuerzo conjunto fue condenado como «conspiración» y fue prohibido. Tuvieron que emplear mucho tiempo los asalariados en conquistarse mediante la lucha el derecho de asociación; y, recuérdalo, ellos tuvieron que luchar por ella. Lo cual te prueba que los patrones nunca concedieron nada a los obreros, excepto cuando estos últimos lucharon por ello y les obligaron a otorgarlo. Incluso actualmente muchos empresarios se oponen a la organización de sus trabajadores; ellos la impiden siempre que pueden; hacen que detengan a los organizadores de los trabajadores y que los expulsen de la ciudad, y la ley está siempre de parte de ellos y les ayuda a hacer esto. O recurren a la argucia de formar cuerpos laborales falsos, sindicatos amarillos, en los que se puede confiar, y que harán lo que manden los patronos.

El fácil comprender por qué los amos no desean que tú estés organizado, por qué tienen miedo a la unión real de los trabajadores. Saben muy bien que un sindicato fuerte y combativo fuerza a unos salarios más elevados y a unas mejores condiciones, lo que significa menos ganancia para los plutócratas. Por eso es por lo que hacen todo lo que está en su poder para detener la organización de los trabajadores. Cuando no pueden detenerla, intentan todo lo que está a su alcance para debilitar el sindicato o para corromper a sus líderes, de modo que el sindicato no sea peligroso a los intereses de los patronos.

Los amos han encontrado un medio muy efectivo de paralizar la fuerza del trabajo organizado. Han persuadido a los obreros que ellos tienen los mismos intereses que los empresarios; les han hecho creer que el capital y el trabajo tienen «intereses idénticos» y que lo que es bueno para el empresario es bueno también para sus trabajadores. A esto le han dado el nombre que suena tan bonitamente de «armonía entre capital y trabajo». Si tus intereses son los mismos que los de tu patrón, ¿por qué entonces tendrías tú que luchar contra él? Eso es lo que te dicen. La prensa capitalista, el gobierno, la escuela y la Iglesia, todos te predican lo mismo: que vivas en paz y amistad con tu empresario. Es bueno para los magnates industriales que sus obreros crean que ellos son «socios» en un negocio común; entonces ellos trabajarán duro y con lealtad porque es «para su propio interés»; los obreros no pensarán en luchar contra sus amos por mejores condiciones, sino que serán pacientes y esperarán hasta que el empresario pueda «compartir su prosperidad» con ellos. Ellos considerarán también los intereses y el bienestar de «su» país y no «perturbarán la industria» y la «vida ordenada de la comunidad» mediante huelgas y paros del trabajo. Si escuchas a tus explotadores y a sus portavoces, serás «bueno» y considerarás tan sólo los intereses de tus amos, de tu ciudad y de tu país, pero a ninguno le preocupa tus intereses y los de tu familia, los intereses de tu sindicato y de tus compañeros obreros de la clase trabajadora. «No seas egoísta», te advierten, mientras que el patrono se hace rico por ser tú bueno y desprendido. Y ellos se ríen con disimulo y le dan gracias al Señor de que tú eres tan idiota.

Pero si me has seguido hasta ahora, sabrás que los intereses del capital y del trabajo no son los mismos. Nunca se inventó una mentira mayor que la denominada «identidad de intereses». Sabes que el trabajo produce toda la riqueza del mundo y que el mismo capital es tan sólo el producto acumulado del trabajo. Sabes que no puede haber capital, ni riqueza de ninguna clase, excepto como resultado del trabajo. De modo que con derecho toda riqueza pertenece al trabajo, a los hombres y mujeres que la han creado y que la siguen creando mediante su cerebro y sus músculos; es decir, pertenece a los trabajadores industriales, agrícolas y mentales del mundo; en resumen, pertenece a la totalidad de la clase trabajadora.

Sabes también que el capital que poseen los amos es una propiedad rabada, productos robados del trabajo. La industria capitalista es el proceso de continuar apropiándose los productos del trabajo para beneficio de la clase de los amos. Los amos, en otras palabras, existen y se hacen ricos guardando para sí mismos los productos de tu fatiga. Sin embargo, se te pide creer que tú, los trabajadores, tienes los mismos intereses que tus explotadores y saqueadores. ¿Se puede coger en un fraude tan notorio a alguien que no sea en absoluto imbécil?

Está claro que tus intereses como trabajador son diferentes de los intereses de tus amos capitalistas. Más que diferentes: son enteramente opuestos; de hecho son contrarios, antagónicos. Cuando mejores salarios te paga el patrón, tanta menos ganancia saca él de ti. No requiere una gran filosofía comprender eso. No puedes prescindir de eso, y ningún artilugio y sutileza puede cambiar esta verdad sólida.

La misma existencia de los sindicatos es de por sí una prueba de esto, aunque la mayoría de los sindicatos y de sus miembros no lo comprendan. Si los intereses del trabajo y del capital fueran los mismos, ¿por qué los sindicatos? Si el patrono creyera realmente que lo que es bueno para él, como patrón, es también bueno para ti, su empleado, entonces te trataría con seguridad correctamente, te pagaría los salarios más elevados posibles; ¿para qué serviría entonces tu sindicato? Pero sabes que tú necesitas el sindicato, necesitas de él para que te ayude a luchar por mejores salarios y por mejores condiciones de trabajo. ¿Para luchar contra quien? Contra tu patrón, por supuesto contra tu empresario, contra el industrial, contra el capitalista. Pero si tienes que luchar contra él, entonces no parece que tus intereses y los de él son los mismos; ¿verdad que no? ¿En qué se convierte entonces la magnifica «identidad de intereses»? ¿O tal vez tú estás luchando contra tu patrón en busca de mejores salarios porque él es tan tonto que no comprende sus propios intereses? ¿Tal vez él no comprende que es bueno para él pagarte a ti más?

Bien, puedes ver a qué sin sentido conduce la idea de la «identidad de intereses». Y sin embargo, el sindicato promedio está construido sobre esta «identidad de intereses». Existen algunas excepciones, por supuesto, tales como los Obreros Industriales del Mundo (I.W.W.), las uniones sindicalistas revolucionarias y otras organizaciones trabajadoras con conciencia de clase. Ellos lo saben mejor. Pero los sindicatos ordinarios, tales como los que pertenecen a la Federación Americana del Trabajo en los Estados Unidos, o a los sindicatos conservadores en Inglaterra, Francia y Alemania, y en otros países, todos ellos proclaman la identidad de intereses entre el trabajo y el capital. Sin embargo, como acabamos de ver, su mera existencia, sus huelgas y luchas, todo ello prueba que la «identidad» es una impostura y una mentira. ¿Cómo ocurre entonces que los sindicatos pretenden creer en la identidad de intereses, mientras que su mera existencia y actividad lo niegan?

Porque el trabajador medio no se detiene a pensar por sí mismo. Se fía de sus líderes sindicales y de los periódicos para que piensen por él, y ellos se encargan de que él no piense directamente. Pues si los trabajadores comenzasen a pensar por sí mismos, pronto descubrirían todo el esquema de corrupción, engaño y robo que se denomina gobierno y capitalismo, y no lo apoyarían. Harían lo que ha hecho el pueblo antes en diversas ocasiones. En cuanto comprendieron que eran esclavos, destruyeron la esclavitud. Posteriormente, cuando se dieron cuenta de que eran siervos, suprimieron la servidumbre. Y en cuanto comprendan que son esclavos asalariados, abolirán también la esclavitud asalariada.

Ves entonces que le interesa al capital impedir que los trabajadores comprendan que son esclavos asalariados. El timo de la «identidad de intereses» es uno de los medios para conseguir esto.

Pero no es sólo el capitalista el que está interesado en engañar de este modo a los trabajadores. Todos los que se aprovechan de la esclavitud asalariada están interesados en mantener el sistema, y todos ellos naturalmente intentan impedir que los trabajadores comprendan la situación.

Hemos visto antes quiénes se aprovechan de que las cosas sigan como están: los dirigentes y gobiernos, las iglesias, las clases medias, en resumen, todos los que viven a costa del trabajo de las masas. Pero incluso los mismos líderes de los trabajadores están interesados en mantener la esclavitud asalariada. La mayoría de ellos es demasiado ignorante para comprender el fraude y por ello creen realmente que el capitalismo es correcto y que no podemos prescindir de él. Sin embargo, otros, los más inteligentes, saben la verdad muy bien, pero en cuanto funcionarios del sindicato, bien pagados y con influjo, ellos se benefician de la continuación del sistema capitalista. Saben que si los trabajadores vieran toda la cuestión, exigirían que sus líderes dieran cuenta por haberlos desorientado y engañado. Se rebelarían contra su esclavitud y contra sus falsos líderes, se podría llegar a una revolución, como ha ocurrido con frecuencia antes en la historia. Pero los líderes de los trabajadores no se interesan por la revolución; prefieren que las cosas sigan por si solas, pues las cosas son lo suficientemente buenas para ellos.

Ciertamente, los falsos líderes de los trabajadores no favorecen la revolución; ellos se oponen incluso a las huelgas e intentan impedirlas siempre que pueden.

Cuando estalla una huelga procurarán que los hombres «no vayan demasiado lejos», y harán todo lo que puedan para solucionar las diferencias con el empresario mediante el «arbitraje», en el que los trabajadores por lo general suelen llevar la peor parte. Mantendrán reuniones con los patronos y les suplicarán que hagan algunas concesiones menores, y con demasiada frecuencia harán un compromiso en la huelga con desventaja del sindicato; pero en cualquiera de los casos y en todos ellos exhortarán a los trabajadores a «mantener la ley y el orden», a conservarse tranquilos y a ser pacientes. Se sentarán a la misma mesa con los explotadores, serán invitados por ellos a beber y a comer, y apelarán al gobierno para «interceder» y para solucionar la «dificultad», pero tendrán extraordinario cuidado de no mencionar nunca la fuente de todas las dificultades laborales ni tocar la misma esclavitud asalariada.

¿Has visto alguna vez a un solo líder laboral de la Federación Americana del Trabajo, por ejemplo, levantarse y declarar que todo el sistema salarial en un puro robo y un timo, y exigir para los trabajadores el producto completo de su esfuerzo? ¿Has oído alguna vez se algún líder «oficial» en algún país que haga eso? Yo nunca lo oí ni tampoco ningún otro. Al contrario, cuando algún hombre decente se atreve a hacer eso, son los líderes laborales los primeros que le declaran un perturbador, un «enemigo de los trabajadores», un socialista o anarquista. Son los primeros en gritar: «¡Crucifícale!» y los trabajadores que no piensan, desgraciadamente, les hacen eco.

Tales hombres son crucificados, porque el capital y el gobierno se sienten seguros haciéndolo, mientras que el pueblo lo apruebe.

¿Ves, amigo mío, dónde está la fuerza de la cuestión? ¿Acaso aparece como si tus líderes laborales desearan que tú te aproximaras a las cosas, que entendieras que eres un esclavo asalariado? ¿No sirven ellos realmente a los intereses de los amos?

Los líderes sindicales y los políticos —los más inteligentes— saben de sobra bien qué gran poder podría ejercer el trabajo como el único productor de la riqueza del mundo. Pero ellos no desean que lo sepas. Ellos no desean que tú sepas que los trabajadores, organizados e ilustrados apropiadamente, podrían suprimir su esclavitud y su sometimiento. En lugar de eso te dicen que tu sindicato existe tan sólo para ayudarte a conseguir mejores salarios, aunque ellos son conscientes de que tú no mejorarás mucho tu condición dentro del capitalismo y que tú tienes que permanecer siempre un esclavo asalariado, sea cual fuere la paga que pueda darte el patrón. Tú sabes bien que incluso cuando tienes éxito, por medio de una huelga, y consigues un aumento, lo pierdes de nuevo con el coste creciente de la vida, sin hablar de los salarios que pierdes mientras que estás en huelga.

La estadística muestra que la mayoría de las huelgas importantes se han perdido. Pero supongamos que tú ganas tu huelga y que estuviste sin trabajar sólo unas pocas semanas. En ese tiempo has perdido más en salario que lo que puedes recuperar trabajando durante meses con una paga superior.

Examina un ejemplo sencillo. Supón que estabas ganando 40 dólares a la semana cuando te pusiste en huelga. Concedamos el resultado mejor posible: digamos que la huelga duró solamente tres semanas y que conseguiste un aumento de 5 dólares. Durante tu huelga de tres semanas perdiste 120 dólares en salario. Ahora consigues 5 dólares a la semana más y esto supondrá 24 semanas para recuperar de nuevo los 120 dólares perdidos. Así, después de trabajar durante seis meses con una paga superior te encontrarás al mismo nivel. ¿Pero qué ocurrirá con el incremento del costo de la vida mientras tanto? Porque no sólo eres un productor, también eres un consumidor. Y cuando vas a comprar cosas, encontrarás que son más caras que antes. Salarios más altos suponen un incremento del coste de la vida. Porque lo que el empresario pierde pagándote un salario mayor, lo recupera de nuevo elevando el precio de su producto.

Puedes ver entonces que toda la idea de salarios superiores es en realidad muy engañosa. Hace creer al trabajador que se encuentra actualmente mejor cuando consigue más paga, pero el hecho es que, por lo que refiere a la totalidad de la clase trabajadora, todo lo que el trabajador gana mediante salarios superiores, lo pierde como consumidor y a la larga la situación permanece la misma. Al final de un año de «salarios superiores», el trabajador no tiene más que después de un año de «salarios inferiores». Algunas veces incluso se encuentra peor, porque el costo de la vida se incrementa con mayor rapidez que los salarios.

Esa es la regla general. Por supuesto, existen factores particulares que afectan a los salarios lo mismo que al costo de la vida, tales como la escasez de materiales o de mano de obra. Pero no necesitamos entrar en situaciones especiales, en casos de crisis industrial o financiera, o en épocas de prosperidad desacostumbrada, lo que nos interesa es la situación regular, la condición normal del obrero. Y la condición normal es que siempre permanece un obrero, un esclavo asalariado, que gana justo lo suficiente como para permitirle vivir y continuar trabajando para su patrón. Encontrarás excepciones acá y allá, como un trabajador que hereda o que de otro modo consigue algún dinero, lo que le capacita para hacer negocios, o que inventa algo que puede aportarle riqueza. Pero esos casos son excepciones y no alteran tu condición; es decir, la condición del trabajador medio, de los millones de trabajadores en todo el mundo.

Por lo que respecta a esos millones, y por lo que a ti respecta, como a uno de ellos, tú permaneces un esclavo asalariado, sea cual fuere tu trabajo o tu paga, y no hay posibilidad alguna para ti de que seas ninguna otra cosa bajo el sistema capitalista.

Ahora podrías preguntarme justamente: «¿Cuál es la utilidad del sindicato? ¿Qué están haciendo los líderes sindicales sobre ello?»

La verdad es que tus líderes sindicales no hacen nada sobre ello. Al contrario, hacen todo lo que pueden para mantenerte un esclavo asalariado. Realizan esto al hacerte creer que el capitalismo es correcto y al conseguir que tú sostengas el sistema existente con su gobierno y su «ley y orden». Se burlan de ti diciéndote que no puede ser de otro modo, lo mismo que te dicen tu patrón, la escuela, la Iglesia y el gobierno. De hecho, tu líder laboral está haciendo el mismo trabajo en favor del capitalismo que está haciendo tu líder político para el gobierno: ambos sostienen y consiguen que tú sostengas el presente sistema de justicia y de explotación.

«Pero el sindicato», dices, «¿por qué el sindicato no cambia las cosas?»

El sindicato podría cambiar las cosas. ¿Pero qué es el sindicato? El sindicato eres precisamente tú y el otro compañero y otros más, los miembros y los funcionarios. Te das cuenta ahora que los funcionarios, los líderes laborales, no están interesados en cambiar las cosas. Entonces corresponde a los miembros el hacerlo, ¿no es así?

Es así. Pero si los miembros, los trabajadores en general, no ven de qué se trata, entonces el sindicato no puede hacer nada. Esto significa, por consiguiente, que es necesario hacer que los miembros comprendan la situación real.

Este debería ser el verdadero objetivo del sindicato. Debería ser la ocupación del sindicato el iluminar a sus miembros sobre su condición, mostrarles por qué y cómo son despojados y explotados, y encontrar las vías y los medios de suprimir esto.

Esto estaría cumpliendo el verdadero objetivo del Sindicato de proteger los intereses de los trabajadores. La abolición del orden capitalista con su gobierno y su ley sería la única defensa real de los intereses de los trabajadores. Y mientras que el sindicato se está preparando para eso, también se ocuparía de las necesidades inmediatas de los trabajadores, la mejora de las condiciones presentes, en cuanto esto es posible dentro del capitalismo.

Pero el sindicato ordinario, conservador, tal como hemos visto, sostiene el capitalismo y todo lo que está conectado con él. Considera evidente que eres un trabajador y que tienes que seguir siéndolo, y que las cosas deben permanecer como son. Asegura que todo lo que puede hacer el sindicato es ayudarte a conseguir mejores salarios, disminuir la jornada de trabajo y mejorar las condiciones en las que trabajad. Considera al empresario como un socio de negocio, por así decir, y hace contratos con él. Pero nunca se pregunta por qué uno de los socios, el patrón, se hace rico a costa de ese tipo de contrato, mientras que el otro socio, el obrero, permanece siempre pobre, trabaja duramente y muere siendo un esclavo asalariado. No parece que es una sociedad igual, en modo alguno. Más bien parece un abuso de confianza, ¿no es así?

Bien, así es. Es un juego en el que una parte saca todas las castañas del fuego, mientras que la otra parte se apodera de ellas. Una sociedad muy desigual, y todas las huelgas de los trabajadores son meramente para robarle o forzarle al socio capitalista a que entregue unas pocas castañas de su enorme montón. En conjunto, un timo, incluso cuando el trabajador consigue sacar unas pocas castañas extra.

Sin embargo, ellos te hablan de tu dignidad, de la «dignidad del trabajo». ¿Puedes pensar un insulto más grande? Tú trabajas como un esclavo para tus amos durante toda tu vida, les sirves y los mantienes con comodidad y lujo, les permites ser tus dueños, y en sus corazones ellos se ríen de ti y te desprecian por tu estupidez, entonces ellos te hablan de tu «dignidad».

Desde el púlpito y el estrado, en la escuela y en la sala de lectura, incluso el líder laboral y el político, cada explotador y chanchullero exalta la «dignidad del trabajo», mientras que él mismo se sienta confortablemente todo el tiempo a tu espalda. ¿No ves cómo están jugando contigo como con un bobo?

¿Qué está haciendo el sindicato sobre ello? ¿Qué están haciendo tus líderes laborales por el buen salario que ellos te hacen pagarles? Ellos están ocupados «organizándote», están ocupados diciéndote lo bueno que eres, lo grande y fuerte que es tu sindicato, y lo mucho que están haciendo por tus funcionarios. ¿Pero qué están haciendo? Tienen todo el tiempo ocupado con insignificantes asuntos burocráticos, con luchas de facciones, con cuestiones de jurisdicción, con elecciones de funcionarios, con conferencias y congresos. Y tú pagas por todo eso, por supuesto, y ésa es la razón por la que tus funcionarios están siempre en favor de un gran tesoro sindical, pero ¿qué has conseguido de eso? Tú sigues trabajando en la fábrica o en la industria y pagando tus deudas, y tú líder laboral se preocupa divinamente poco de lo duro que trabajas o de cómo vives, y tú tienes que levantar un gran alboroto en la asamblea de tu sindicato para obligar a que dirijan la atención a tus necesidades y a tus quejas.

Cuando se afronta la cuestión de una huelga, notarás, como te lo he mencionado antes, que los líderes por lo general se oponen a ella; pues también ellos, como el patrón y el gobernante, desean la «paz y tranquilidad» en lugar de las incomodidades que supone una lucha. Siempre que puedan, los líderes laborales te disuadirán de ir a la huelga, y algunas veces incluso de modo directo te prevendrán contra ello y te lo prohibirán. Ellos pondrán fuera de la ley tu organización si te pones en huelga sin el consentimiento de ellos. Pero si la presión es demasiada para que ellos puedan resistirla, ellos «autorizarán» graciosamente la huelga. Imagínatelo exactamente: tú trabajas duro y de tus escasas ganancias sostienes a los funcionarios sindicales, que deberían servirte, y sin embargo tú tienes que conseguir el permiso de ellos para mejorar tu condición. Esto se debe a que los has convertido en los patronos de tu organización, del mismo modo que has hecho al gobierno tu amo en lugar de tu servidor, o del mismo modo que permites que el policía, al que tú pagas con tus impuestos, te ordene, en lugar de darle tú órdenes a él.

¿Te preguntaste alguna vez cómo es que ocurre que, siempre que estás de huelga (y en cualquier otro momento también), la ley y toda la maquinaria del gobierno está siempre del lado del patrón? Fíjate, los huelguistas cuentan con millares mientras que el patrón es uno solo, y se supone que ellos y él son ciudadanos con iguales derechos; y sin embargo, aunque parezca extraño decirlo, es el patrón el que siempre tiene el gobierno a su servicio. Puede conseguir que los tribunales den un mandato contra tu «interferencia» en «su» negocio, puede hacer que la policía te aporree la línea de piquetes, puede conseguir que te arresten y te encarcelen. ¿Oíste alguna ves que algún alcalde, jefe de policía o gobernador ordenase a la policía o a la milicia que protegiesen tus intereses en la huelga? ¿No es curioso? Además, el patrón puede conseguir una cantidad de esquiroles, bajo la protección de la policía, para que le ayuden a romper la huelga, porque tú has estado trabajando tantas horas que siempre hay un ejército de parados a mano dispuesto a coger tu puesto. Por lo general, tú pierdes tu huelga porque tus líderes laborales no permitieron que te organizasen del modo correcto.

He visto, por ejemplo, albañiles en rascacielos de Nueva York hacer un paro, mientras que los carpinteros y herreros, que trabajaban en lo mismo, seguían con su trabajo. Según decían sus sindicatos, la huelga no les concernía, porque ellos pertenecían a otro oficio; o ellos no podían unirse a los huelguistas porque esto supondría romper el contrato que sus organizaciones habían hecho con el patrón. De este modo, ellos seguían trabajando en el edificio, mientras que los hombres de un sindicato hermano estaban en huelga. Es decir, ellos estaban actuando de esquiroles de modo efectivo y ayudando a romper la huelga de los albañiles. Porque, en verdad, ellos pertenecían a otro oficio, a una rama diferente. ¡Cómo si la lucha del trabajo contra el capital fuera un asunto de oficio y no la causa común de toda la clase obrera!

Otro ejemplo: los mineros de Pensilvania están en huelga, y los mineros de Virginia pagan un impuesto para ayudar a los mineros sin dinero. Los mineros de Virginia permanecen en el trabajo porque están «obligados por el contrato». Ellos prosiguen extrayendo carbón con lo que los magnates del carbón pueden seguir suministrando al mercado y no pierden nada con la huelga de los mineros de Pensilvania. Algunas veces incluso ganan al hacer de la huelga una excusa para elevar el precio del carbón. ¿Te puedes extrañar de que los mineros de Pensilvania perdieran la huelga, ya que sus propios compañeros mineros actuaban de esquiroles con ellos? Pero si los trabajadores comprendieran sus verdaderos intereses, si ellos estuvieran organizados no por oficios o por profesiones, sino por industrias, de modo que la industria entera, y si fuera necesario toda clase trabajadora, pudiera ir a la huelga como un solo hombre, ¿se podía perder alguna huelga?

Volveremos sobre este asunto. Por ahora deseo hacerte notar que tu sindicato, tal como está organizado actualmente, y sus funcionarios sindicales, no están estructurados para luchar efectivamente contra el capitalismo. No están estructurados siquiera para dirigir con éxito las huelgas. Materialmente no pueden mejorar tu condición.

Sirven tan sólo para mantener a los trabajadores divididos en diferentes organizaciones, con frecuencia opuestas unas a otras; ellos entrenan a los trabajadores para creer que el capitalismo es correcto, paralizan su iniciativa y capacidad de pensar y de actuar de una forma con conciencia de clase. Por esta razón los líderes laborales y los sindicatos conservadores son el baluarte más firme de las instituciones existentes. Son la espina dorsal del capitalismo y del gobierno, el mejor apoyo a «la ley y el orden», y la razón por la que permaneces en la esclavitud asalariada.

«Pero nosotros mismos escogemos nuestros funcionarios sindicales», objetas. «Si los actuales no son buenos, podemos elegir otros».

Por supuesto, puedes elegir nuevos líderes; pero ¿hay alguna diferencia si tu líder es este o aquel hombre, si es Gompers o Green, Jouhaux en Francia, o Thomas en Inglaterra, mientras que tu sindicato se aferre a las mismas ideas necias y a los mismos métodos falsos, mientras que crea en el capitalismo y sostenga la «armonía de intereses», mientras que divida a los trabajadores y reduzca la fuerza de ellos mediante la organización por oficios, mientras que haga contratos con el patrono que obliguen a los miembros y los haga hacer de esquiroles con sus compañeros, y mientras sostenga de muchas otras maneras el régimen de tu esclavitud?

«¿Entonces no es bueno el sindicato?», preguntas.

En la unión está la fuerza, pero tiene que ser una unión real, una verdadera organización del trabajo, porque los trabajadores en cualquier parte tienen los mismos intereses, sin importar qué clase de trabajo hacen o a que oficio en particular pertenecen. Una unión así estaría basada en los intereses mutuos y en la solidaridad del trabajo en todo el mundo.

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https://laanarquia.wordpress.com/2015/06/14/la-anarquia/

De lo que ocurre cuando no se tiene pajolera idea.

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«anarco» capitalismo no existe, el capitalismo no es «anarquismo», el capitalismo tieme principio de autoridad : patrón, jefe….. , el capitalimo roba y explota a los trabjadores y trabajadoras por un salario, el capitalimo es esclavitud…

Ademas el capitalismo defiende al Estado como defiende: a la policia, a los militares, carceleros…

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De un tiempo a ésta parte se ven, principalmente por internet, una serie de símbolos asociados al comunismo libertario producto de la ignorancia de algunos militantes, tales símbolos combinan la A circulada propia del movimiento anarquista con la hoz y el martillo del bolchevismo, lo cual solo puede proceder del desconocimiento tanto del comunismo libertario, como del marxismo.
Un muestrario de los símbolos:

Éstos símbolos no corresponden al comunismo libertario (o anarcocomunismo), veamos por qué.
1-El Comunismo Libertario tiene como padre al poco conocido anarquista italiano Carlo Cafiero (1846-1892). En su obra Anarquía y Comunismo, escrita en 1880, realiza una revisión al colectivismo de Bakunin, alegando que la teoría del valor-trabajo (Se obtiene de la sociedad la parte proporcional a lo que se ha producido, con lo cual, los medios de producción son colectivos, pero lo producido es individual) produciría una sociedad desigual, con distinciones de clase (Entre habilidosos y torpes), algo indeseable para el anarquismo. Más tarde Piotr Kropotkin (1842-1921) conoció a Cafierto y maduró sus ideas. Publicando en 1892 La conquista del pan, obra clave que definiría el comunismo libertario, mostrando una sociedad basada en el principio de Necesidad (Lo producido se distribuye según la necesidad, siendo pues comunales tanto los medios de producción como los propios productos, con lo que se logra una sociedad totalmente igualitaria). El comunismo libertario se opone a la dictadura del proletariado propia del Marxismo como punto para llegar a la sociedad igualitaria, al igual que el resto del movimiento anarquista.

Es pues el comunismo libertario una rama del anarquismo, producto del pensamiento de anarquistas, y no una síntesis con la teoría marxista. De hecho, no incorpora nada de la teoría marxista, ya que ésta defiende el valor-trabajo y la existencia del dinero en las primeras fases del socialismo, algo que no es compartido con los comunistas libertarios.

2-El símbolo de la A circulada no fue utilizada por el movimiento anarquista hasta finales de la década de 1960. El símbolo de la hoz y el martillo empezó a ser utilizado por los bolcheviques (marxistas) rusos en 1917, simbolizando que la revolución unía a campesinos y obreros. Ambos símbolos son pues muy posteriores al nacimiento del comunismo libertario. Los símbolos que encontramos más arriba son producto de gente que, desconociendo los orígenes del comunismo libertario, pensando que se trataba de la síntesis de anarquismo y marxismo, han decidido crear un símbolo que representa una idea errónea.

3-El nombre de comunismo libertario no proviene de la síntesis, sino de la oposición, siendo denominado a menudo el marxismo por los anarquistas como “Comunismo Autoritario”.

4-Tampoco es la síntesis de comunismo y anarquismo la teoría conocida como Maxismo Libertario, ya que ésta teoría defiende la dictadura del proletariado, eso sí, dando menos importancia al partido y más a colectivos y consejos obreros, formando estructuras más libertarias(pero no antitautoritarias, como en el caso del anarquismo). Es por tanto el marxismo libertario una rama del marxismo que tampoco tiene nada que ver con el anarquismo.

De todo ésto se deduce que los símbolos antes visto son frutos del error y la ignorancia en cuanto a la teoría que se dice defender, o al menos, en cuanto al conocimiento sobre la historia de dicha teoría. Hay que evitar sacar las cosas de tiesto de ésta manera.

El Comunismo Libertario no tiene símbolos propios, si bien suele utilizar los símbolos clásicos del anarquismo (La bandera negra, la A circulada, la estrella negra), o del anarcosindicalismo (La iconografía rojinegra).

Noam Chomsky no es anarquista.

Noam Chomsky defiende a los Estatos y el capitalismo.

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«Hay anarquistas que prevén y preconizan otras soluciones, otras formas futuras de organización social; sin embargo, ellos quieren, como nosotros, destruir el poder político y la propiedad individual: quieren, como nosotros, que la organización de las funciones sociales se haga espontáneamente, sin delegación de poder y sin gobiernos; como nosotros, quieren combatir a todo trance y sin tregua hasta la completa victoria; ellos son compañeros y hermanos nuestros. Aparte, pues, todo exclusivismo de escuela; entendámonos más bien sobre el camino y sobre los medios, y adelante.»

«Nosotros, por el contrario, no pretendemos poseer la verdad absoluta, creemos más bien en la verdad social; la mejor forma de convivencia social no es algo fijo, válido para todos los tiempos y para todos los lugares, algo que pueda determinarse con anticipación, sino algo que, una vez asegurada la libertad, se va descubriendo y llevando gradualmente a la practica con los menores roces y la menor violencia posibles. Por eso nuestras soluciones dejan siempre la puerta a varias soluciones y, a poder ser, mejores.»

El Asesinato de las Ideologías

El Asesinato de las Ideologías

La palabra “ideología” genera en nuestra sociedad una gran variedad de opiniones, tanto entre personas de ambientes distintos como entre individuos de estratos sociales similares, hasta el punto de producir discrepancias incluso entre personas que comparten organización. Algunos tienen muy clara su presencia en la sociedad, otros las creen en vías de extinción y puede decirse que la opinión de la mayoría coincide con los medios de comunicación de masas en considerar las ideologías como un vestigio del pasado, inexistente en la sociedad actual. Para nosotros es necesaria una reflexión sobre ese término, su significado (o significados) y sus implicaciones actuales, tanto para la sociedad en su conjunto como para los diferentes movimientos sociales que alberga. Esperamos que este breve artículo sirva para animar a la reflexión crítica sobre el tema.

Juventudes Anarquistas de León (FIJA)

El asesinato de las Ideologías

La caída del muro de Berlín supuso un punto de inflexión de la doctrina que pronosticaba la muerte de las ideologías. A pesar de que Daniel Bell (El fin de la ideología, 1960) enunció ya esta doctrina, ésta parecía tener poco sentido mientras pervivían dos grandes bloques, el comunista y el capitalista, que eran enfocados como dos concepciones diferentes de la sociedad pese a que realmente sólo suponían dos formas diferentes de organizar la economía bajo una misma perspectiva ideológica, el autoritarismo. Fue, sin embargo, la doctrina pulida por Fukuyama (El fin de la historia y el último hombre, 1992) la que obtuvo una importante eclosión mediática, gracias a la desaparición del bloque soviético.

De esta forma, y dado que en esta “muerte de las ideologías” se entendían estas como la oposición dialéctica entre el bloque liberal y el soviético, materializada en la denominada “guerra fría”, la muerte de las ideologías sería en realidad la hegemonía de la ideología liberal. Podemos encontrar la misma interpretación de las ideologías en las versiones “oficiales” de la guerra civil, versiones que nosotros no compartimos.

La ideología no muere, se somete

—>La ideología tal cual, sin connotaciones de ningún tipo, es el conjunto de ideas acerca de los asuntos que afectan a la sociedad: ya sean económicos, culturales, políticos, sociales… Y por ello consideramos falso que la ideología sea algo que puede estar separado de la vida social y por lo mismo, entendemos que mientras haya sociedad, habrá ideología. Nosotros no compartimos, por tanto, esa visión de la ideología como algo cerrado, como un sinónimo de doctrina, o como algo a combatir por el Anarquismo, pues el Anarquismo es un conjunto de ideas de cómo ha de organizarse una sociedad.

El tan manido discurso oficial o único de que las ideologías han muerto deviene precisamente de una ideología, la liberal o demócrata, dominante, y sólo puede entenderse como un discurso totalizador y unificador. No es cierto que las ideologías hayan muerto, sino que una existe por encima de las demás, y no sólo en cuanto a ocultar a otras ideologías con su predominancia, sino también permeabilizando en estas y creando un pensamiento único a través de su destrucción.

El auto-sometimiento de los movimientos ciudadanistas

Un ejemplo reciente y, desde nuestro punto de vista, muy esclarecedor de lo que estamos exponiendo aquí es el movimiento que recientemente se ha visto impulsado en diversos puntos del Estado español por parte de “ciudadanos”.

Desde un principio, la propia autointitulación de movimiento “ciudadano” asume el discurso interclasista defendido por los partidos políticos dominantes. No en vano, el Partido Socialista ya especificaba en las resoluciones de su último Congreso (XXVII) que “la izquierda debe transformar su visión de la empresa y superar su antagonismo ideológico o su desprecio histórico por ella, para articular una nueva dialéctica entre empresa, sociedad y poder político que transforme a las empresas en agentes activos de una sociedad justa”, considerando que “una ciudadanía plena es la condición indispensable de una sociedad cohesionada”.

Sin embargo, la realidad social, aunque diferente en muchos aspecto, no ha variado lo más mínimo en cuanto a su composición estratificada en los últimos siglos. La llamada “clase media” no deja de ser un mero invento de los ideólogos del “Estado del bienestar”, que no tiene ninguna realidad fuera de la propia ilusión de los trabajadores desclasados con más recursos. Nosotros no defendemos, ni consideramos válido desde un punto de vista sociológico, el análisis de la sociedad de clases partiendo del nivel adquisitivo.

Del mismo modo, se han asumido discursos propios de la legitimidad estatal. La propia concepción del movimiento como no violento asume, en nuestra opinión, el concepto de violencia utilizado por el Poder. Dentro de esta concepción, se encuentra indisoluble la aceptación del monopolio de la violencia por parte del Estado. Violencia es, de este modo, toda actividad que atente contra el Orden actual impuesto, impidiendo el normal desarrollo de las actividades cotidianas del conjunto de “ciudadanos” ya sea actuando contra individuos u objetos, sin la correspondiente autorización de quien legalmente corresponda. El concepto de violencia manejado es algo totalmente subjetivo y contemporáneo a una realidad concreta. Por ejemplo, no es violento sentarse en una plaza sin interrumpir el tránsito de las personas, pero sí lo es sentarse en una avenida concurrida por personas y vehículos; o no es violento tirar rosas de papel al aire, pero sí lo es tirar piedras contra la cristalera de un banco; todos ellos objetos inanimados (como la barra de carbono).

Esta concepción de violencia asume el papel de inferioridad que el individuo juega en las sociedad jerarquizadas. En nuestra opinión, violencia es todo acto que, a través de cualquier medio, sea físico o psíquico, busca el sometimiento del individuo a una serie de intereses ajenos a él. De este modo, nosotros no podemos entender como violento ningún acto que partiendo de un individuo sometido se ejerce contra el sujeto o idea bajo la cual está sometido. Si bien tampoco somos defensores de aquello de que “el fin justifica los medios” y tampoco estamos de acuerdo en eso de que todo lo que sea hacer vale. En cualquier caso, los continuos llamamientos a la resistencia pacífica, aún con policías cargando agresivamente, nos parecen, en ciertas circunstancias, no sólo un error estratégico sino además una verdadera proclama a la estupidez humana.

Sabemos que la “opinión pública” desprestigiará cualquier movimiento que sea calificado o considerado mediáticamente como violento. Pero no es nuestra intención hacer lo que la “opinión pública” considere como acertado o idóneo, tampoco decirles lo que quieren oír. No se trata de variar nuestras estrategias para alcanzar, con un discurso mediatizado y desideologizado, a grandes masas, sino reafirmarnos en nuestros métodos y principios para continuar llegando a nuestro alrededor por nuestros propios medios de una forma realmente influyente y sincera.

También, se ha asumido el papel de los medios de comunicación de masas como interlocutores válidos, e imprescindibles, del movimiento. Esta aceptación conlleva a la necesaria consecuencia de que una vez que se deja de tener presencia en los medios de comunicación, el movimiento pierde fuerza por carecer de un método propio de divulgación o por no haberle dado la importancia necesaria. A este respecto tenemos que aclarar, respecto a algunos comunicados que han salido recientemente desde Grupos de Madrid cercanos al Movimiento Libertario o pertenecientes a él, que nosotros no damos por buenas las excepciones. Ni consideramos como justificables acciones puntuales. Precisamente es en la cotidaneidad de las cosas, en los pequeños conflictos donde empiezan los grandes cambios. Las situaciones de gran “calado”, por excepcionales, no suponen grandes cambios en nuestra realidad cotidiana.

La ideología liberal y el Movimiento Libertario

Lamentablemente, desde nuestro punto de vista, el Movimiento Libertario también está sufriendo esta permeabilización o sometimiento interno de la ideología liberal, y creemos que hay unos ejemplos bastante ilustrativos.

– Los mass media como centro de nuestra acción: Desde hace unos años, se está dando una importancia excesivamente relevante a los medios de comunicación oficiales o, como eran referidos en la literatura clásica, burgueses (es decir, opuestos a los medios de comunicación de la clase trabajadora, es decir, propios). Ya no sólo la creencia de que se debe trabajar con ellos, sino la elaboración de verdaderos manuales de edición de prensa para imitar y aceptar no sólo como propios, sino como válidos, los cánones y modelos oficiales. No importa entonces lo que se hace en sí, sino la repercusión que puede llegar a tener. Ya no interesa lo ideológico, sólo lo que resulta atractivo: mucha gente y pocas letras, como en los mejores conciertos de dance. No hay que decirle a la gente lo que pensamos, sino lo que quieren oír.

– El dinamismo como motor: Importa el resultado, y no el proceso para llegar a él como parte inseparable de éste; el fin no sólo justifica los medios, sino que lo justifica todo. Ya no existe el consenso, sólo la mayoría, porque aquel es un obstáculo para el dinamismo. Interesa dibujar la unanimidad como algo imposible, como un ideal inalcanzable; como algo que no favorece lo que interesa: el aquí y el ahora. La agenda nos la marca la comunicación; la era de la tecnología requiere de mucha presencia para estar en portada. No hace falta ni ser ni estar, sólo constar.

– La cantidad es lo importante: La acción pasa a un segundo lado como elemento exponente de la capacidad de clase. El número es lo importante, como bien dictamina la democracia representativa. Parece que ya no basta con ser pocos y hacer mucho, sino ser muchos y hacer ruido. La diferencia está marcada por el ser diferente, como marca de calidad, no por el hacer las cosas de otro modo en base a esa forma de ser; el color y la apariencia se convierte de este modo en la única seña de identidad; pues, al parecer, la “extravagancia” y el dar la nota no están a la orden del día y no son por tanto buenos métodos de crecimiento exponencial e indiscriminado. Nosotros, sin embargo, siempre hemos sido férreos defensores de la calidad frente a la cantidad; es por eso que defendemos siempre un crecimiento cualitativo.

– El glamour, nuevo exponente de nuestra esencia: La estética parecer pasar cada vez a un plano más importante. Si las modas de los 60 y los 70 pretendían destruir la sociedad del consumo a través de modas, como fue el caso del punk, es decir, a través de consumo estético o, a lo sumo “crítico”, no hemos sabido hacer frente a ese error conceptual ni apartarnos de él. Sólo darle la vuelta. Si la estética de la oposición nunca fue un temor para los mercados, mucho menos lo será la estética de la aceptación. Ese ansia por parecer buenos por ir de corbata o por salir publicados por editoriales de papel blanco en librerías céntricas de grandes capitales no tiene ningún sentido fuera de los estrictos designios del mercado. También hay que decir que, desde nuestro punto de vista, los intentos por convertir ciertos temas en best-seller son más un tropiezo en el mundo del márketing que una estrategia de crecimiento. Pero allá cada uno con sus ilusiones. Ciertamente, creemos, que nuestra ideología no gana en aceptación por venir con cierta recomendación de los que son nuestros enemigos de clase, más bien lo único que hace es perder credibilidad.

No estamos por la labor de variar nuestras formas de comunicarnos; no consideramos un avance el adaptar nuestra forma de hablar o de escribir a las pautas marcadas por los académicos del Sistema. No consideramos positivo el que se dé potestad a ciertos “profesionaluchos” para mediar en nuestra forma de comunicarnos, avocándonos de este modo a sus designios y a la moda de turno.

El futuro del Movimiento Libertario

Desde nuestro punto de vista la única posibilidad que tiene el Movimiento Libertario es su propia reafirmación. Seguir siendo lo que siempre ha sido sin ningún temor ni prisa, avanzar en la elaboración de nuestra propia ideología sin perder un ápice de nuestra esencia. Para alcanzar este camino solo existe la posibilidad de continuar trabajando con convicción y constancia en nuestro ámbito más cercano. Los cambios inmediatos a gran escala, vinculados siempre a ciertas cuotas de centralismo, suelen ser efímeros, inadecuados y, en general, están destinados al fracaso. Ser más de lo mismo no nos ayuda en absoluto.

Juventudes Anarquistas de León (FIJA)

Contra el Racismo y Toda Autoridad

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Contra el Racismo y Toda Autoridad.

La lucha por la igualdad social entre personas de distinto aspecto físico en base a su color de piel o por distintos comportamientos culturales se plantea actualmente desde distintas ópticas. Desde el ciudadanismo, que entiende que, como ciudadanes iguales ante la ley que debemos ser, el racismo debe ser perseguido por ésta, hasta posturas más radicales, es decir, que buscan destruir la raíz del problema y no, no tenemos ningún miedo en reivindicarnos como parte de esta última.

El racismo, a día de hoy, surge como consecuencia del conflicto social que comienza a extenderse en la Edad Moderna con la aparición en la historia de un primer capitalismo de carácter mercantil y financiero, pero que no da lugar al actual racismo hasta que no llegamos a su nueva etapa histórica, el capitalismo global e imperialista. El racismo es el sentimiento de superioridad frente a aquelles que, por sus caracteres genéticos externos, son considerades distintes; pero existe otro sentimiento, menos terrible pero igualmente despreciable, que es la xenofobia, es decir, el miedo, el rechazo hacia aquelles que han desarrollado formas culturales distintas de las nuestras y que, por motivos generalmente económicos, de pobreza, se ven forzades a migrar hacia países de aparente mayor “riqueza social” (es decir, donde les riques son más riques que en otros países).

La xenofobia que vemos hoy día en nuestra sociedad es fruto de un sistema competitivo, como es el capitalismo, que nos empuja a les trabajadores a competir por los puestos de trabajo que cada vez destruyen más les empresaries, propietaries de los medios de producción y distribución, les mismes que aprovechan la situación de desesperación de estas personas migrantes para una más fácil explotación laboral.

Vemos, pues, que la xenofobia es un sentimiento fácilmente aprovechable por esta clase empresarial, auténtica culpable de nuestros problemas como clase trabajadora, para enfrentarnos entre nosotres y no con nuestres verdaderes enemigues y tampoco tenemos miedo a hablar de confrontación mientras una parte minoritaria de la sociedad pero que, por el contrario, acumula la mayor parte de la riqueza, siga aprovechándose de nosotres.

En este mismo sentido, vemos a los distintos gobiernos, órganos ejecutivos del Estado, incentivando a esta clase empresarial que ya no necesita ocultarnos que nos gobierna (FMI, BM, BCE… son órganos que nos dictan las políticas económicas). Vemos, pues, que el Estado, órgano para la perpetuación de los privilegios sociales de les empresaries, elabora políticas que alientan el racismo y la xenofobia para aumentar la conflictividad interna de nuestra clase.

Vemos también que en esta sociedad legalista, cuando existe un problema, se cree que lo mejor es resolverlo con la ley, con la represión, así es como se justifica que miles de trabajadores, todos los días, sean controlades por los miembros de una de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, la PolicíaNacional, por el mero hecho de tener un color distinto de piel o un acento extraño, contrario a lo que dicen sus propias leyes de no discriminación por motivos de raza o procedencia, así es como se justifica que cientes de inmigrantes sean encarcelades en los Centros de Internamiento de Extranjeres, auténticas cárceles para quienes su mayor delito es no haber nacido en la Europade la libertad… de mercado.

Ante todas estas agresiones, entendemos que nos queda nuestra organización como clase, organización indiscriminada de natives o migrantes, con la única motivación de eliminar la desigualdad social, generada por la injusta distribución de la riqueza, la propiedad de los medios de producción y distribución, así como para luchar contra el principio de autoridad que deriva en el delegacionismo imperante en nuestra sociedad, al dejar siempre la resolución de nuestros problemas en manos ajenas, como ocurre con el caso de la xenofobia y el racismo, al dejar su resolución en manos de los mismos gobiernos que posteriormente se demuestran como nuestros agresores. Proponemos, pues, nuestra autoorganización sin líderes, sin vanguardias, una organización anárquica que deje las decisiones a tomar en manos de las bases y no de órganos intermedios o superiores que nos digan lo que hacer, pues nadie debe ser quién para imponernos la justicia o la injusticia social, sobre todo sabiendo que el poder genera vicios entre quienes lo detentan, terminando por cometer esas injusticias sociales que se proponía combatir (y eso cuando, de forma sincera, se ha propuesto combatirlas), es decir, apostamos por el Federalismo anarquista y la Acción Directa, la acción sin intermediaries entre nosotres y les causantes de nuestros problemas. Vemos también la incoherencia de, en cualquier lucha, recibir con las manos abiertas las migajas de aquél a quién pretendemos destruir: el Estado. Por contra, creemos en nuestra autofinanciación y la autogestión de nuestras organizaciones, para mantener la autonomía de nuestras decisiones, al no depender de órganos externos.
Entendemos que la lucha por otras vías en ésta o cualquier otra problemática social, es reproducir los mismos errores y no resolverlos, dejarlos ahí en estado latente, ya que la única forma de destruirlos es destruir el sistema económico y social que los genera: el Capitalismo y el Estado, a través de una auténtica Revolución Social y no solo político-económica o tristes y paulatinas reformas.

¡Contra el racismo, el capitalismo que lo genera y el Estado que lo ampara y ejerce!
Grupo Bandera Negra (F.I.J.L) – 2011
¡Stop Redadas Racistas!

Ningún ser humano es ilegal.

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CNT-AIT

Las mentiras de la integración

https://vimeo.com/8512404

CNT-AIT y  Grupo Tierra FAI IFA

Diferenciar entre “deporte espectáculo y deporte práctica”

Diferenciar entre “deporte espectáculo y deporte práctica”

–> Deporte espectáculo

El primero es un deporte de élite, con un mercado y un negocio respaldándolo y que le dan sentido de ser, su práctica llega a ser en la mayoría de las ocasiones peligrosa para la salud; cualquier deporte de élite lo acaba siendo, porque somete al organismo a esfuerzos extremos durante tiempos prolongados, dependiendo de la carrera del deportista; en el caso del fútbol el esfuerzo no es tan notable como en otras disciplinas pero el riesgo es importante (véanse el gran número de lesiones, por ejemplo que atacaron a la plantilla del FC Barcelona en la etapa del entrenador Rikjaard por una mala práctica en el entrenamiento muscular) y por ello no se puede hablar de actividad saludable, para entendernos a lo largo del artículo haremos mención a éste como deporte espectáculo.

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Sabemos del origen burgués del deporte moderno (dentro del cual se encuentran la mayoría de deportes por equipos; balonmano, baloncesto, fútbol…), que surge como un ocio para una clase explotadora aburrida. Estos deportes suponen la regularización de juegos populares por parte de la clase burguesa; en el caso del fútbol, es la “adaptación de juegos populares medievales como el knappan (Reino Unido) o el solule (Francia) que se solían practicar por campesinos” (E. Dunning). La clase burguesa simplemente se dedicó a tomar esas prácticas para regularizarlas y “civilizarlas” (en muchas ocasiones las prácticas deportivas del campesinado conllevaban heridos graves o incluso muertos), en el caso del fútbol y la mayoría de deportes extendidos (rugby, tennis…) a primeros del siglo XIX

—>Deporte práctica
El segundo es un deporte más extendido, en general en formas jugadas, con importantes beneficios para la salud y la condición física de sus practicantes, y nos referiremos a él como actividad física.
Sabemos también que el deporte nace dentro de una sociedad de clases, estratificada e impregnada de luchas intestinas y por ello aparece como reflejo de esa lucha social. Pero también queremos hacer notar que no existe incoherencia entre el deporte y las ideas anarquistas

Contra el Nacionalismo

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El Nacionalismo como religión política

La idea de la nación -dice el filósofo poeta indio Tagore- es uno de los medios soporíferos más eficaces que ha inventado el hombre. Bajo la influencia de sus perfumes puede un pueblo ejecutar un programa sistemático del egoísmo más craso, sin percatarse en lo más mínimo de su depravación moral; aún más, se le excita peligrosamente cuando se le llama la atención sobre ella.

Tagore denominó a la nación como egoísmo organizado. La calificación ha sido bien elegida; sólo que no se debe olvidar nunca que se trata aquí siempre del egoísmo organizado de minorías privilegiadas, oculto tras el cortinaje de la nación, es decir, tras la credulidad de las grandes masas. Se habla de intereses nacionales, de capital nacional, de mercados nacionales, de honor nacional y de espíritu nacional; pero se olvida que detrás de todo sólo están los intereses egoístas de políticos sedientos de poder y de comerciantes deseosos de botín, para quienes la nación es un medio cómodo que disimula a los ojos del mundo su codicia personal y sus intrigas políticas.

El movimiento insospechado del industrialismo capitalista ha fomentado la posibilidad de sugestión nacional colectiva hasta un grado que antes no se hubiera siquiera soñado. En las grandes ciudades actuales y en los centros de la actividad industrial viven millones de seres estrechamente prensados, privados de su vida personal, adiestrados sin cesar moral y espiritualmente por la prensa, el cine, la radio, la educación, el partido y cien medios más, en un sentido que les hace perder su personalidad. En los establecimientos de la gran industria capitalista el trabajo se ha vuelto inerte y automático y ha perdido para el individuo el carácter de la alegría creadora. Al convertirse en vacío fin de sí mismo ha rebajado al hombre a la categoría de eterno galeote y le ha privado de lo más valioso: la alegría interior por la obra creada, el impulso creador de la personalidad. El individuo se siente solo como un elemento insignificante de un grandioso mecanismo, en cuya monotonía desaparece toda nota personal.

Se adueñó el hombre de las fuerzas de la naturaleza; pero en su lucha continua contra las condiciones externas se olvidó de dar a su acción un contenido moral y de hacer servir a la comunidad las conquistas de su espíritu; por eso se convirtió en esclavo del aparato que ha creado. Es justamente esa enorme carga permanente de la máquina lo que pesa sobre nosotres y hace de nuestra vida un infierno. Hemos perdido nuestro humanismo y nos hemos vuelto, por eso, hombres de oficio, hombres de negocio, hombres de partido. Se nos ha metido en la camisa de fuerza de la nación para conservar nuestra característica étnica; pero nuestra humanidad se ha esfumado y nuestras relaciones con los otros pueblos se han transformado en odio y desconfianza. Para proteger a la nación sacrificamos todos los años sumas monstruosas de nuestros ingresos, mientras los pueblos caen cada vez más hondamente en la miseria. Cada país se asemeja a un campamento armado y acecha, con miedo y mortífero celo, todo movimiento del vecino; pero está dispuesto en todo momento a participar en cualquier combinación contra él y a enriquecerse a costa suya. De ahí se desprende que debe confiar sus asuntos a hombres que tengan una conciencia bien elástica, pues sólo ellos tienen las mejores perspectivas de salir airosos en las eternas intrigas de la política exterior e interior. Lo reconoció ya Saint Simon cuando dijo:

Todo pueblo que quiere hacer conquistas está obligado a desencadenar en sí las peores pasiones; está forzado a colocar en las más altas posiciones a hombres de carácter violento, así como a los que se muestran más astutos. (Saint Simon, “Du Systeme industrial”, 1821)

Y a todo esto se agrega el miedo continuo a la guerra, cuyas consecuencias se vuelven cada día más horrorosas y más difícilmente previsibles. Ni los tratados y convenios mutuos con otras naciones nos alivian, pues se conciertan con determinados propósitos, ocultos generalmente. Nuestra política llamada nacional está animada por el egoísmo más peligroso; y por esa misma razón no puede nunca conducir a una disminución o a un arreglo integral, por todos anhelado, de las divergencias nacionales.

Por otra parte, hemos desarrollado nuestros conocimientos técnicos hasta un grado capaz de influir y estimular de modo fantástico en nuestra imaginación; pero sin embargo, el hombre no se ha vuelto por ello más rico, sino cada vez más pobre. Toda nuestra economía ha caído en un estado de constante inseguridad, y mientras se abandonan al exterminio de una manera criminal valores por millones y millones, a fin de mantener los precios al nivel más conveniente, viven en cada país millones de seres humanos en la miseria más espantosa y sucumben vergonzosamente en un mundo de superabundancia y de supuesta superproducción. La máquina, que debía haber aliviado el trabajo del hombre, lo ha hecho más pesado y ha convertido poco a poco a su propio inventor en una máquina, de tal modo que debe adaptar cada uno de sus movimientos a los de las ruedas y mecanismos de acero. Y, como se calcula la capacidad de rendimiento del complicado mecanismo hasta lo más ínfimo, se calcula también la energía muscular y nerviosa del productor viviente de acuerdo con determinados métodos científicos, y no se comprende, no se quiere comprender, que con ello se le priva del alma y se mutila profundamente su dignidad humana. Hemos caído cada vez más bajo el dominio de la mecánica y sacrificamos la existencia humana viviente ante el altar de la monotonía de las máquinas, sin que llegue a la conciencia de la mayoría lo monstruoso de ese comienzo. Por eso se pasa por sobre estas cosas generalmente con tanta indiferencia y frialdad como si se tratase de objetos inertes y no del destino humano.

Para conservar ese estado de cosas ponemos todas las conquistas técnicas y científicas al servicio del asesinato en masa organizado; educamos a nuestra juventud para asesines uniformades; entregamos los pueblos a la torpe tiranía de una burocracia extraña a la vida; ponemos al hombre desde la cuna a la tumba bajo la vigilancia policial: levantamos en todas partes prisiones y presidios y poblamos cada país de ejércitos enteros de confidentes y espías. Semejante orden, de cuyo seno enfermo brotan continuamente la violencia brutal, la injusticia, la mentira, el crimen y la podredumbre moral como gérmenes venenosos de endemias devastadoras, ¿no convencerá poco a poco, incluso a los espíritus más conservadores, de que se compra a precio demasiado elevado?

El dominio de la técnica a costa de la personalidad humana, y especialmente la resignación fatalista con que la gran mayoría se acomoda a esa situación, es también la causa por la cual es más débil en el hombre de hoy la necesidad de libertad, siendo sustituida en muchos por la necesidad de seguridad económica. Ese fenómeno no debe extrañarnos; todo nuestro desenvolvimiento ha llegado hoy a un punto en que casi todo ser humano es jefe o subalterno, o ambas cosas simultáneamente. Por ese medio ha sido fortalecido el espíritu de la dependencia; el hombre verdaderamente libre no está a gusto ni en el papel de superior ni en el de inferior y se esmera, ante todo, por desarrollar sus valores internos y sus capacidades personales de una manera que le permita tener un juicio propio en todas las cosas y le capacite para una acción independiente. La tutela continua de nuestra acción y de nuestro pensamiento nos ha debilitado y nos ha vuelto irresponsables. De ahí justamente proviene el anhelo de un hombre fuerte que ponga fin a toda miseria. Ese afán de un dictador no es un signo de fortaleza, sino una prueba de nuestra inconsistencia interior y de nuestra debilidad, aun cuando los que la ponen de manifiesto se esfuerzan a menudo por aparecer como firmes y valerosos. Lo que no posee el hombre mismo es lo que más codicia. Y como se siente demasiado débil pone su salvación en la fortaleza ajena; porque somos demasiado cobardes o demasiado tímides para hacer algo con las propias manos, y forjar el propio destino, ponemos éste a merced de los demás. Bien dijo Seume cuando afirmó: La nación que sólo puede o debe ser salvada por un solo hombre, merece latigazos.

No; el camino de la superación sólo puede estar en la ruta hacia la libertad, pues toda dictadura tiene por base una condición de dependencia llevada al extremo y no puede beneficiar nunca la causa de la liberación. Incluso cuando una dictadura ha sido concebida como etapa transitoria para alcanzar un cierto objetivo, la actuación práctica de sus jefes -suponiendo que tenían la honesta intención de servir a la causa del pueblo- la aparta cada vez más de sus objetivos originarios. No sólo por el hecho que todo gobierno provisional, como dijo Proudhon, pretende siempre llegar a ser permanente, sino ante todo porque el poder en sí es ineficaz y ya por esa causa incita al abuso. Se pretende utilizar el poder como un medio, pero el medio se convierte pronto en un fin en sí mismo, tras el cual desaparece todo lo demás. Justamente porque el poder es infecundo y no puede dar de sí nada creador, está obligado a utilizar las fuerzas laboriosas de la sociedad y a oprimirlas en su servicio. Debe vestir un falso ropaje, a fin de cubrir su propia debilidad; y esa circunstancia lleva a sus representantes a falsas apariencias y engaño premeditado. Mientras aspira a subordinar la fuerza creadora de la comunidad a sus finalidades particulares, destruye las raíces más profundas de esa energía y ciega las fuentes de toda actividad creadora, que admite el estímulo, pero de ninguna manera la coacción.

No se puede libertar a un pueblo sometiéndolo a una nueva y mayor violencia y comenzando de nuevo el círculo de la ceguera. Toda forma de dependencia lleva inevitablemente a un nuevo sistema de esclavitud, y la dictadura más que cualquiera otra forma de gobierno, pues reprime violentamente todo juicio contrario a la actuación de sus representantes y sofoca así, de antemano, toda visión superior. Pero toda condición de sometimiento tiene por base la conciencia religiosa del hombre y paraliza sus energías creadoras, que sólo pueden desarrollarse sin obstáculos en un clima de libertad. Toda la historia humana fue hasta aquí una lucha continua entre las fuerzas culturales de la sociedad y las aspiraciones de dominio de determinadas castas, cuyes representantes opusieron firmes barreras a las aspiraciones culturales o al menos se esforzaron por oponerlas. Lo cultural da al hombre la conciencia de su humanidad y de su potencia creadora, mientras el poder ahonda en él el sentimiento de su sujeción esclava.

Hay que librar al ser humano de la maldición del poder, del canibalismo de la explotación, para dar rienda suelta en ellos a todas las fuerzas creadoras que puedan dar continuamente nuevo contenido a su vida. El poder les rebaja a la categoría de tornillos inertes de la máquina, que es puesta en marcha por una voluntad superior; la cultura les convierte en amo y forjador de su propio destino y les afianza en el sentimiento de la comunidad, del que surge todo lo grande. La redención de la humanidad de la violencia organizada del Estado, de la estrecha limitación a la nación, es el comienzo de un nuevo desarrollo humano, que siente crecer sus alas en la libertad y encuentra su fortaleza en la comunidad. También para el porvenir tiene validez la sabiduría de Lao-Tsé:

Gobernar de acuerdo con la ruta es gobernar sin violencia: produce en la comunidad un efecto de equilibrio. Donde hubo guerra crecen las espinas y surge un año sin cosecha. El que es bueno no necesita violencia, no se arma de esplendor, no se jacta de fama, no se apoya en su acción, no se fundamenta en la severidad, no aspira al poder. La culminación significa decadencia. Fuera de la ruta está todo fuera de ruta.

Nacionalismo y Cultura. Rudolf Rocker, 1936 Libro primero, Capítulo XV

Anarquismo y nacionalismo

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La Cultura como forma de opresión: Contra el «anarco-independentismo»

El «anarco»-independentismo es una corriente que surge del intento de unir las teorías del anarquismo y las del nacionalismo. Esta extraña unión parte de una particular concepción del nacionalismo (también del anarquismo), concibiéndolo de una forma no estatista; en términos suyos, nacionalismo nacionalista frente al nacionalismo estatista. Esta forma de nacionalismo conllevaría la no necesidad de creación de un Estado y sería la conservación de las tradiciones, las culturas y los idiomas por el propio pueblo. Esta particular visión del federalismo, federalismo nacionalista podría llamarse, entra en contradicción con la particular visión del federalismo libertario; esto es, el que parte desde el propio individuo independientemente del espacio geográfico en el que se haya desenvuelto. Es cierto que no existe un Estado que centralice y someta al individuo, pero es que la centralización no es particular del Estado sino que puede darse desde diferentes entes. Si se delimita un espacio geográfico y se somete a todos los individuos a una cultura en particular, se está convirtiendo a esa cultura en una forma de opresión (lingüística, cultural…) hacia el individuo. Las dos tendencias más conocidas en el Estado español son el anarco-independentismo y el anarco-abertzalismo. Éstas reclaman la liberación nacional de los “Països Catalans” y de “Euskal Herria” respectivamente. Esta reivindicación parte de una concepción unitaria que poco tiene que ver con la realidad. En cuanto al idioma, no hay una realidad idiomática única y natural en esos territorios: en el caso de los “Països Catalans” se dan diferentes variedades, el català, el valecià o mallorquín, en el caso de “Euskal Herria” el lapurtano, el guipuzcoano o el navarro. De esta forma, la necesidad de mostrar una realidad cohesionado conlleva la imposición (sea o no a través de formas estatales) de un idioma único; el català o, más claramente, el euskara batua (euskara unificado). ¿Cuál es la cultura de la que se está hablando? De la que se está imponiendo para defender unos intereses.

Al contrario de lo que parece que nos quieren hacer entender los defensores del nacionalismo (pretendiendo establecer vínculos entre las personas, los idiomas, las culturas con la tierra), los idiomas no están anclados en este o en aquel territorio, sino que lo están en las propias personas, y viajan y se mueven con éstas, se transforman y evolucionan por su acción; y negar esto es negar tanto el idioma como al ser humano. Según algunos lingüistas, territorios que supuestamente estarían entroncados en los “Països Catalans” estuvieron habitados por euskaldunes, como podría demostrar la toponimia de algunos puntos de Cataluña: Valle de Arán, Barcelona o Badalona. También es conocida la teoría de que la lengua vasca cohabitó en algunas zonas de Burgos y también de la Rioja. Es decir, los movimientos migratorios de los euskaldunes conllevaron que el idioma se fuera desplazando durante siglos por todo el noreste Peninsular. El estancamiento, siempre artificial, se debió a la imposición del castellano, por lo que el euskera fue perdiendo progresivamente terreno (en aquel momento, siglos XIII-XIV, ocupaba prácticamente todo el noroeste, desde Lérida hasta Burgos). La oposición al centralismo que pretenden hacer los movimientos nacionalistas, sean o no estatistas, no es diferente a su propuesta cultural. Porque, además de ser ambas formas de centralismo, el efecto para con la cultura es siempre el mismo: paralización y artificialidad.

Independientemente de que se reclame o no un Estado, la idea de Pueblo siempre es autoritaria; porque deja de colocar como protagonistas a los individuos que lo componen. Los Pueblos no hablan idiomas, los hablan los individuos que componen aquellos. No tiene sentido el aferrarse a una cultura colectiva definida, porque la cultura es un producto de la interrelación; y no se puede defender más que la cultura individual, cosa que corresponde a cada une de nosotres. Esta forma de entender la cultura, ayuda al enriquecimiento de la cultura humana, no existe ninguna forma cultural pura, porque todas surgen de la interrelación. No existen los Pueblos. Existen los individuos. Es imposible delimitar la existencia de un Pueblo de manera perfecta, porque su interrelación no va a estar cohibida por una frontera sino que la traspasará, y la cultura que de ello surja será diferente a la del resto del Pueblo delimitado. No se puede encadenar a los pueblos al centralismo nacionalista.

Juventudes Anarquistas de León (FIJA)

Nacionalismo y Anarquismo, del Sindicato Único de Irún (CNT-AIT)

http://issuu.com/companerodurruti/docs/nacionalismo-anarquismo2

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Contra los Cuerpos Represivos del Estado

¿DE VERDAD CREES QUE ELLOS TE PROTEGEN?

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Es habitual escuchar, especialmente durante esta oleada de mayor represión, quejas contra la policía, pero en la mayoría de los casos, las mismas personas que expresan estas quejas afirman «que los policías en realidad solo cumplen con su trabajo y lo que hay que hacer es cambiar la ley» o que «hay policías buenos y policías malos, y hacen falta más policías buenos» e incluso justifican las actuaciones más represivas «porque es una respuesta comprensible hacia los violentos antisistema de siempre»

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estas fórmulas hacen ilegítimo cualquier acto de autodefensa del pueblo, legitimando, sin embargo, la violencia que ejerce el Estado; de este modo (el Estado) consigue monopolizar la violencia.

https://www.youtube.com/watch?v=8v5kS1cF2LY&list=PLygqavJysUHI8kR7iOCLoY5p-znRLFH-C&index=12

La figura del policía es considerada por la mayor parte de la población como necesaria, «si no fuera por ellos,¿quién nos protegería de los asesinos y otros criminales?» (un tópico muy común) pero poca gente se para a pensar en las causas del crimen, nosotros pensamos que son esas causas las que tienen que ser abolidas, y eso no podrá hacerlo el Estado, pues es quien conserva e incluso origina esas mismas causas, siendo el estado y el capital  la principal causa de la desigualdad que producen las clases sociales. El trabajo de la policía es mantener y aumentar esa desigualdad entre burguesía yla clase trabajadora. Es decir que su trabajo es defender a los ricos y legitimar la injusticia , cuando hay un desahucio la policía va desalojar, cuando unos trabajadores están protestando por los recortes o los despidos en una empresa son los policías quienes protegen al patrón y disfrutan apaleando a los trabajadores insumisos (Por supuesto, todo esto financiado por los trabajadores).

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Contra los Cuerpos Represivos del Estado

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«Supón que tú ves a John que golpea y da patadas a Bill cuando este último está en el suelo. Puede ser que ambos te sean extraños, pero si no le tienes miedo a John, le dirás que deje de dar patadas a un sujeto que está tendido.

Pero cuando ves un policía que hace lo mismo a un trabajador te lo pensarás dos veces antes de interferir, porque también te podría golpear a ti y detenerte. El tiene la autoridad.»

Con esta frase del Anarquista Alexander Berkman queremos reflexionar que para mantener el actual estado de las cosas (explotadores y explotados, opresores y oprimidos etc) el capital utilizan el miedo, es decir, a la policía y a los distintos cuerpos represores del estado, manipulándonos a través de los medios de comunicación, en la escuela, etc.  Pero, realmente, ¿quién debería temer a quién? Nosotros  producimos toda la riqueza que los capitalistas acumulan son ellos los que nos roban, ellos dependen de nosotros .Tenemos la capacidad de paralizar la economía mediante la huelga general indefinida, de acabar con los sindicatos vendidos mediante la acción directa. Tenemos que rebelarnos contra toda autoridad sean policías, guardias, civiles, patrones, políticos o burócratas sindicales sólo así podemos  llegar a la verdadera igualdad que es la anarquía.

FUERA POLICIA DE NUESTROS BARRIOS
CONTRA TODA AUTORIDAD
POR LA ANARQUIA.
La anarquía total

La anarquía es la más alta expresión del orden.